El príncipe del desierto

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Para la fiebre del petróleo nunca ha habido tratamiento

Ambientada en 1930, cuando los países árabes se dan cuenta que debajo de su suelo de arena volátil, yace un gran tesoro: llamado petróleo. El francés Jean-Jacques Annaud, con su filme permite una interesante mirada a un mundo arraigado en las tradiciones más ancestrales.

Annaud retrata el misterio que parece parte de la cultura árabe a través de la relación entre un emir y un sultán, aunque en verdad sus protagonistas son las nuevas generaciones, las que redescubren a través de sus mayores, el valor de la defensa de sus tierras, las dolorosas renuncias que a veces se deben hacer en medio de la guerra y en pos de la defensa de los pueblos y la conquista de territorios.

"El príncipe del desierto" tiene dos vertientes que se terminan fusionando en un todo: la relación entre la herencia familiar y la guerra, el engaño y la traición que es capaz de despertar la ambición por el dinero, que se recibe de manera casi inesperada, simplemente, porque a un estadounidense se le ocurrió investigar ese suelo repleto de oro negro.

TIERRA HUERFANA

Pero si bien el punto de partida es el trato de paz que en principio hacen el emir y el sultán, los protagonistas y el acto que siembra la discordia entre ambos, es la posible boda por conveniencia de la hija de uno, con el hijo del otro.

En medio de esa alianza política preparada por el astuto emir Nesib, se encuentra un conflicto que surgirá de manera inevitable, es que el petróleo está ubicado precisamente en una tierra huérfana que no pertenece a ninguno de los dos, pero que ambos tendrán que luchar si la quieren obtener para provecho propio.

"El príncipe del desierto" tiene una armónica y equilibrada narración que incluye acción, romance, negocios sucios y escenas rodadas en el desierto, que le aportan un magnetismo especial a una película poblada de ropajes blancos y de colores claros, que funcionan como cuadros cinético, por momentos para deleite del público.

Antonio Banderas se mueve de manera algo especial en su papel, al que le aportó un tono a veces paródico o de engañoso dramatismo, a su lado los dos jóvenes protagonistas Tahar Rahim y Freida Pinto, despiertan entusiasmo y también un particular lirismo en sus papeles de víctimas de la ambición de sus mayores.