El príncipe de Persia

Crítica de Javier Pez - CbaNoticias

Los videojuegos han sido, desde hace unos años, una fuente muy potable de historias para los grandes estudios de Hollywood, que han agotado sus ideas y se decidieron a lanzar remakes y secuelas de viejos éxitos taquilleros. A esta altura se podría decir que prácticamente todos los títulos conocidos de las viejas consolas ya han vendido sus derechos de realización. El Príncipe de Persia, fue un gran juego que revolucionó los ochenta en su versión para PC, y hasta el día de hoy sigue lanzando nuevas versiones.

El protagonista de la historia es el príncipe Dastan –interpretado por Jake Gyllenhaal– el cual luego de ocupar una ciudad sagrada es traicionado por un miembro de su familia y acusado de asesinar a su propio padre. Junto a la princesa Tamina (Gemma Arterton) harán todo lo posible por mostrar la inocencia del príncipe y a la vez enfrentar las fuerzas oscuras que quieren apoderarse de una daga antigua que custodia la princesa.

El realizador Mike Newell (Harry Potter y el Cáliz de Fuego) fue convocado por el productor pochoclero Jerry Bruckheimer –creador de la saga de Los Piratas del Caribe– para realizar esta película debido al buen resultado que logró el director con la cuarta entrega cinematográfica de los libros de J.K. Rowling.

El filme se gesta y nace con un estigma que lo marcará hasta los títulos finales y es el de ser una película producida por Disney. Ni bien comienza uno se da cuenta que está ante un producto realizado en la matricería de la casa del ratón. Con una estética muy similar a Los Piratas del Caribe, pero esta vez con personajes similares a los pelilargos de las nuevas novelas brasileras, nos adentramos en la trama y rápidamente todos los personajes son presentados.

Newell realiza un trabajo casi perfecto desde la dirección. Su cámara nunca se queda quieta le imprime mucha dinámica a un film plagado de escenas de acción y riesgo. Los actores entendieron el mensaje del director y están muy bien en sus papeles. Dos grandes como Sir Ben Kingsley y Alfred Molina también forman la partida. El uso de los efectos especiales está medido y son excelentes. Los escenarios están muy bien creados por lo que desde el punto de vista técnico y actoral nada puede recriminársele.

Los problemas de la película surgen en el campo narrativo. Lo que se construye en la primera media hora comienza poco a poco a desmoronarse. Muchos personajes cambian de bando y pasan de ser antagonistas a aliados (o viceversa) en un abrir y cerrar de ojos y la daga de la princesa –la cual contiene arena mágica y permite al portador viajar en el tiempo– cambia un sinfín de veces de poder hasta cansar al espectador.

Otro gran escollo es lo que yo llamo “las cosas Disney”, actitudes y guiños inexplicables de los actores, que en una situación de vida o muerte se tientan de hacer gestos extraños o soltar un latiguillo supuestamente cómico que no ayuda en nada al filme.

En síntesis, una película técnicamente impecable, que peca en su duración –es por demás larga– y en la construcción de la historia. Destinada a niños y preadolescentes los cuales, sin duda, saldrán satisfechos.