El primer hombre en la luna

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

La dupla ganadora del premio Oscar por “La La Land” (2016) vuelven a reunirse para llevar adelante esta película biográfica del que fuera el primer hombre en pisar la luna.

No es la primera, George Méliès, estrenaba en 1902, “Viaje a la luna”, ni será la última que tome el tema del espacio exterior como vehículo para contar una historia. Es por eso que era esperanzador saber que la intención del director Damien Chazelle era focalizarse en el viaje interior del personaje.

Pero se queda a mitad de camino, no se sabe a ciencia cierta si lo importante es la progresión científica y la pruebas en tal sentido o la intimidad de Neil. En parte gracias, o por culpa, del guión escrito por Josh Singer , basado en el libro de James Hansen, por no haberse decidido por un relato intimista, ese que debería mostrar su tormento personal, el transito doloroso y establecerse en la obsesión por el espacio exterior como refugio necesario, que aparece todo muy forzado.

Tampoco ayuda demasiado la actuación pétrea del actor canadiense, no hay emoción alguna en su rostro en ningún momento, de hecho la única escena que se eleva por encima de la mediocridad general del filme es la que juega con su esposa Janet (Claire Foy) justo antes del histórico viaje a la luna. Claro que dicha escena carga sobre las espaldas de la actriz británica, a la postre lo mejor de esta producción.

La narración se centra en la vida de Neil Armstrong (Ryan Gosling), durante el periodo que va desde 1961 para que sepamos de la tragedia vivida por la familia ante la muerte de la pequeña hija, hasta el momento del alunizaje.

Es en ese duelo por la pérdida que intenta establecer la curva dramática de la cinta, pero se lo olvidan, en medio, siempre a medias, instalan, o eso parece ser el deseo, las vicisitudes técnicas y tecnológicas sobre esa carrera contra los soviéticos para ser los primeros en llegar a la luna.

Las diferencias estéticas entre las escenas familiares y las relativas a los viajes, con una cámara nerviosa, a pleno movimiento incontrolable, en espacios reducidos, en plano cerrado sobre el rostro del héroe. Se dan de contrapunto a las escenas de contemplación del personaje, el problema es que nunca hay nada alrededor, ni se dignan un poco a relatar la relación con quienes lo acompañaron en esa “proeza”. Que no sea la prioridad no aplica a que el personaje sea un Robinson Crusoe del espacio.

De estructura lineal, clásica, con un desarrollo de progresión dramática tal cual su estructura, pero la ausencia total de una evolución emotiva del personaje le saca todo tipo de interés, ni siquiera logra al intentar sobre el final poner algo de suspenso, imposible por ser un hecho harto conocido.

Para rematar ese cúmulo de imágenes increíbles y acciones del mismo orden, el filme desafía la física atmosférica lunar, con un intento de provocar algo de empatía emocional con el personaje, con un acto que remite a ese momento de ruptura personal utilizando la banda sonora anticipando y subrayando el momento. En realidad a lo largo del todo el desarrollo, la música intenta cumplir esa función.

“Un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”. En relación a esta producción un poco en falso, ni emociona ni despierta interés, ni tiene el mínimo suspenso, sólo algunas bellas imágenes, pocas, muy pocas.