El predio

Crítica de Diego Lerer - Clarín

El pasado en presente

Riguroso documental dirigido por Jonathan Perel sobre la ESMA.

El predio al que se refiere el título de la película de Jonathan Perel no es otro que el de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el centro clandestino de detención de personas durante la dictadura. Y el título es perfecto: tanto en lo narrativo como en lo metafórico del filme, de El predio es de lo que se habla.

El de Perel es un documental de observación riguroso. No hay entrevistas ni declaraciones ni historias para contar, al menos no en el sentido convencional. Todo es presente: planos fijos de 30 segundos, rodados en 2009, donde se muestran distintas zonas del lugar: caminos, edificios, monolitos, puertas, ventanas, actividades que se desarrollan en esta nueva etapa (la proyección de películas parece ser una de las favoritas), objetos del pasado, objetos (y sujetos) del presente.

El predio puede ser sujeto a muchas lecturas y eso es lo más interesante que tiene el filme. Puede ser visto como descriptivo, casi como una serie de fotos sobre la ESMA hoy, en esta transición a convertirse en un museo, con las diversas actividades que allí se realizan.

Puede ser visto como un trabajo de mostrar cómo un lugar signado por el terror va cobrando vida a partir de la aparición de manifestaciones artísticas, actividades, gente que hace cosas, convierte el lugar en algo más ligado con “la vida” que con “la muerte”.

Pero también una podría considerar que Perel es crítico. Que la serie de actividades que hoy son parte del lugar de alguna manera banalizan lo que sucedió, convierten en un paseo amable algo que debería tomarse de otra manera.

El filme da tiempo al espectador a que respire, piense, elija lo que quiere ver y pensar. El pasado deja sus fantasmas: uno puede perderse dentro del predio y toparse con una salvaje jauría de perros que no sabe de cambios políticos y ataca al que pasa, trayendo a la memoria inmediata el pasado. Uno puede admirar que todo empiece a estar reconstruido y bien pintado, ¿pero es eso realmente a lo que uno iría a la ESMA? ¿O sería mejor sentir lo que el lugar, intacto como entonces, impone sobre nuestras memorias, nuestro pasado? El predio permite perderse en esas sensaciones. Los autos que pasan y la ciudad, afuera, observan todo, prefiriendo, de cualquier manera, seguir de largo...