El precio de la verdad

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Es, sí, toda una rareza El precio de la verdad, viniendo de Todd Haynes, un realizador que se ha destacado por ser director inclasificable. Un hombre que en sus títulos se mostró más adicto a las audacias formales (de Velvet Goldmine a I’m Not There, o hasta Carol) que a los relatos como los que plantea esta película que protagoniza y coproduce Mark Ruffalo.

Que puede ser considerada, cómo no, dentro del subgénero del filme tribunalicio, o aquel en el que un abogado casi en soledad se enfrenta a las grandes corporaciones. Sí, como Erin Brockovich, de Steven Soderbergh, que también se basaba en hechos reales, sólo que ahora el protagonista es un abogado de una firma importante, que suele cuidar los intereses de megacompañías, y aquí demanda nada menos que a DuPont. Que se cuenta entre sus clientes, pero bien podría.

Ruffalo, cuerpo encorvado, marido afectuoso hasta que se compromete con uñas y dientes en la demanda, es Rob Bilott. Por intermedio de su abuela, un granjero llega hasta la oficina que tiene la firma de abogados a la que acaban de asociarlo. Los hechos son, se verá, claros y contundentes. DuPont ha vertido químicos en un arroyo de un pueblo, y ha matado a varias cabezas de ganado.

No sólo eso. Bilott descubrirá que ha envenenado a varios humanos, y el famoso teflón no es precisamente el mejor amigo de quien cocina, porque también puede originar efectos contra la salud.

Lo dicho: no es un tema, ni tiene la trama que uno pensaría que podía interesarle a Todd Haynes.

Pero allí está Haynes, sin mostrar rasgos de su talento en cuanto a lo formal, pero llevando, dirigiendo a buen puerto el relato.

Mark Ruffalo se ha preocupado por construir a su personaje de adentro hacia afuera. Uno lo ve, y cuando lo escucha contarle a su mujer (Anne Hathaway, ciertamente en un papel impensado para la actriz de El diablo viste a la moda) todo lo que ha investigado, logra que se nos erice la piel. Esta es una de sus mejores actuaciones, como la de Foxcatcher, o Mi familia. Ya es hora de que se lo reconozca, pero la última temporada de premios, en la que pudo figurar, lo pasó de largo.

Experimentados actores como Tim Robbins, Bill Pullman, Bill Camp y el canadiense Victor Garber (Argo, Titanic) acompañan a Ruffalo en esta película de denuncia a la que, tal vez, por portación de apellido del director, uno creería que podía pedirle algo más.