El pozo

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

El abismo tan temido

Hay películas en la historia del cine como “Rain Man”, “Forrest Gump” o “Mi nombre es Sam” que se han acercado a las anomalías mentales a través de guiones que priorizaron otros aspectos antes que la enfermedad, para narrar ante todo una historia sazonada de ingredientes ficcionales. No es el caso de esta ópera prima del joven realizador Rodolfo Carnevale, que sin ser un documental médico, se acerca al autismo desde una experiencia directamente personal. Con elementos cinematográficos, se busca reflejar las aristas más difíciles de un tema que se desconoce masivamente, aunque está presente en muchas familias que (como ocurre con el director) tienen algún miembro afectado por esta misteriosa enfermedad, donde no hay dos casos iguales, porque el autismo no tiene cura pero también puede y debe tratarse.

“El pozo” quiere indagar frontalmente en la problemática y particularmente en la repercusión sobre las relaciones familiares. El argumento consiste en mostrar la convivencia de una chica autista -que ha pasado largamente los 20 pero vive con sus padres (Eduardo Blanco y Patricia Palmer), como si tuviese cuatro años-, ya que además padece de un acentuado retraso mental. La joven (interpretada soberbiamente por Ana Fontán), también tiene un hermano menor (Túpac Larriera), sin problemas de salud pero con dificultades en la sociabilización y el estudio. La trama es ante todo un testimonio sobre la convivencia con alguien diferente y el caos general en el que se sumergen todos los miembros de una familia.

El film muestra la evolución de los vínculos, con sus idas y vueltas; la toma de conciencia de las limitaciones y los riesgos que necesitan de un espacio y una contención especial.

El amor fraternal y filial, la mirada de la sociedad, el desamparo, la esperanza y hasta una dosis de humor y fantasía circulan por el relato, valiente, veraz, sin concesiones edulcoradas.

Intimista y emocional

A pesar de su tema ríspido, la película busca crear climas amables, cálidos e incluso introducir algunas partes oníricas similares a las ensoñaciones de la niña que cortaban el realismo agudo en “El laberinto del fauno”, intentando crear un lenguaje distinto para transmitir lo diferente.

No es una película de tiempos lentos, tiene un ritmo narrativo propio de una estructura por ahí más industrial sin llegar a ser una obra comercial.

Aunque Rodolfo Carnevale sea un joven egresado de la Universidad del Cine, su obra se acerca a lo clásico desde lo narrativo. La construcción dramática tiene más que ver con el cine intimista y emocional de Alejandro Doria que con el denominado Nuevo Cine Argentino. En el caso de esta ópera prima, logra desde lo actoral uno de los soportes más sólidos, donde se advierte un gran tiempo de preparación para llegar a esos personajes especiales, mucha investigación, horas de visitas a centros especiales para informarse, con energía y pasión.

En cierto sentido “El pozo” tiene un tratamiento de película norteamericana, no a lo “Rain Man” (donde el autista tiene rasgos de genialidad) pero sí cercana a la de Nick Cassavettes (“My sister’s keeper”), que habla sobre los derechos de quienes conviven con una persona enferma y se calza todos los zapatos del grupo familiar.

Son para resaltar las buenas actuaciones de Patricia Palmer y Eduardo Blanco, como los padres de esa familia que lucha por seguir viviendo de manera normal a pesar de la enfermedad de uno de sus miembros, aunque los mayores aplausos se los lleva Ana Fontán, como la joven autista. Una actuación soberbia, una de las revelaciones del año. Junto a ella, también se destaca Ezequiel Rodríguez, consolidando la intensidad dramatica que da su fuerza al relato.

El film cuenta con el respaldo de las principales asociaciones vinculadas al autismo y se convierte en un fenómeno que trasciende al hecho meramente cinematográfico, donde los espectadores podrán encontrar una historia de vida que emociona, sorprende y concientiza sin apelar al golpe bajo.

Más allá del incipiente reconocimiento nacional, en su reciente paso por el New York Independent Film and Video, festival de los Estados Unidos, este filme ha sido distinguido en múltiples categorías como: mejor película internacional en lengua extranjera, mejor director de largometraje, mejor actriz internacional (Ana Fontán), mejor actor internacional (Ezequiel Rodríguez), mejor música original (Pablo Borghi), y también ha recibido el siempre aspirado premio del público.