El pozo

Crítica de María Victoria Vázquez - El Espectador Avezado

En principio, cabe aclarar que comparto el propósito de esta película. Creo, como los realizadores y quienes participan, en la importancia de informar sobre el tema del autismo. Sin embargo, no puedo dejar de lado que lo que hacemos aquí es hablar sobre una película, sobre cine, más allá de la intención que haya detrás de su origen. Nuevo opus de Rodolfo Carnevale, quien aborda la problématica de una enfermedad y su impacto en el núcleo familiar.
Pilar (Ana Fontán) es una chica autista, cuya edad ronda los 20 años, que vive con sus seres queridos: padre (Eduardo Blanco), madre (Patricia Palmer), y hermano menor (Túpac Larriera). La trama presenta eso, un cuadro vincular y sus redes evidentes, girando lo que le sucede a la protagonista en su intento por acercarse a los demás. Podría decirse que es, en definitiva, un testimonio sobre la convivencia con alguien que posee capacidades diferentes, el “abismo”, como lo describe la propia madre, y el caos general en el que se sumerge este núcleo en crisis.
El hermano no puede tener amiguitos, la pareja de los padres está en un momento delicado, y la agobiada madre, que pone todo lo que tiene y más, tiene su vida personal paralizada por los cuidados que le requiere Pilar. Quien más se destaca desde lo actoral es, justamente, Patricia Palmer.
El problema con El Pozo es, por un lado, los trazos que construyen la historia. Por algunas deficiencias del guión, hay poco que sostenga un relato que profundice en la historia familiar y cómo se fueron encadenando los acontecimientos en el pasado. Por otro lado, si bien el objetivo es en cierto sentido pedagógico (hay que saludar esta intención), deja abiertas muchas más preguntas que las que responde sobre el autismo. Y es que se mezcla esta patología con otras, y recién a la hora y media de película, la madre aclara que además de autismo, Pilar padece un severo retraso mental. Las visitas a la psiquiatra sólo debaten qué medicación debe tomar, y no si hay terapias que puedan ayudarla.
Basada en una historia real, el caso de la protagonista está bien alejado del de otra película que abordó el tema, como fue "Rain Man". Esto no es menor, ya que, probablemente el común de las personas crea que todos los autistas tienen alguna capacidad increíblemente desarrollada, cuando en realidad eso le ocurre sólo a un pequeño porcentaje. Sin embargo, tampoco se aclara que hay distintos grados de autismo, y que algunos chicos logran comunicarse, y hasta asistir a la escuela. Es decir, se plantea un caso opuesto al de aquél clásico con Dustin Hoffman, pero no se informa tanto como se pretende.
El devenir de los hechos evidencia debilidades, en la caracterización de ciertos personajes. El padre queda casi demonizado como quien no se hace cargo, y sólo quiere desaparecer del cuadro de conflicto. Y la directora del instituto (Norma Pons), que en una escena parece una malvada carcelaria, en la siguiente está más cerca de una envejecida Mary Poppins cantando con los chicos del internado. Todo esto desdibuja el propósito de la película. Podrá hacerlo como disparador, pero no desde lo fílmico. La calidad tampoco ayuda, no hay demasiado cuidado de los planos, ni uso de la cámara, algo que podría haber hecho del film un producto aunque sea bello estéticamente.
Las estadísticas indican que los casos de autismo en el 2006 eran 1 cada 150, y de cada 4 varones, una nena. En el 2012 aumentaron a 1 cada 88, y cada 5 varones una nena. Más allá de que la película no sea muy afortunada como hecho cinematográfico, es innegable que la intención es noble, que el tema es importante, y que hay que hablar de autismo.