El poder de la moda

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

El cuidado diseño de una venganza

"El poder de la moda" cuenta con un elenco mágico y una narradora que se apiada de una historia dura.

Por momentos, parece un western; en otros, se plantea como un drama, da pasos de comedia romántica y cobra vuelo con pátinas satíricas y surrealistas.

El poder de la moda (La modista en su traducción literal) es un raro ejemplar de factura australiana distribuida por Universal, adaptada y dirigida por Jocelyn Moorhouse, responsable también de La prueba, Donde reside el amor, En lo profundo del corazón o El casamiento de Muriel.

En la década de 1950, Myrtle "Tilly" Dunnage retorna a Dungatar, un paraje perdido en la zona rural de australia. "Ella dejó su pueblo en desgracia. Ahora regresa con estilo", anticipa el trailer y añade que los secretos, los rumores y el escándalo volverán a estar de moda.

Ocurre que Tilly vuelve para cuidar a su madre enferma, Molly, de quien fue separada cuando tenía diez años, luego de que se la acusara de asesinar al hijo del concejal del pueblo y ahora, convertida en una mujer y una experta modista entrenada en París, la protagonista se embarca en la misión de transformar a los lugareños con sus creaciones de alta costura para ir urdiendo una venganza contra quienes la acusaron de homicida.

Con algunos altibajos, el cuento gana por encanto que cobra, en principio, por la construcción de los personajes, donde destacan las labores de Judy Davis como la loca madre de Tilly; y de Hugo Weaving, en el papel del único policía del pequeño poblado, que detrás de las restricciones cotidianas oculta a un individuo creativo, amante del espejo, las telas y texturas, entre los secundarios de una Kate Winslet que juega a la niña temerosa vestida de diva.

La textura entre fantástica y naif le pone una pátina piadosa a un escenario que, sin ese filtro, resultaría despiadado.