El poder de la moda

Crítica de Laura Petroff - El Lado G

El híbrido entre comedia y drama existe en numerosas disciplinas y hace miles de año. La mezcla de tristeza y alegría puede encontrarse no sólo en programas de TV de distintos formatos, sino en la música, el cine, el teatro, la literatura y la pintura. Cualquier objeto con potencial narrativo puede causar esto, pero aún con tanto alcance su popularidad está reducida al contenido de culto. Bandas como Bedhead, programas de televisión como Master of None (2015) y libros como Corazón de Perro (1925) son, al día de hoy, poco populares en el medio mainstream y sólo prosperan entre los más nerdos, alienados o habitués de internet. Tal vez la presencia de actores de primera línea como Kate Winslet y Liam Hemsworth logre hacer aparecer al género en el radar del público general.

Una misteriosa mujer y su máquina de coser llegan en micro a un pequeño pueblo de Australia. Vuelve a cuidar a su madre y recordar su pasado: la echaron de su hogar cuando era niña, luego de que se la acusara por un asesinato. Es la década del ‘50, pero ‘pueblo chico, infierno grande’ se aplica exactamente igual que hoy. El odio y envidia de los habitantes la convertirán en una forastera. Sólo mediante sus habilidades como modista podrá insertarse nuevamente en la sociedad que una vez la desterró.

A medida que avanza la historia y se va revelando el tipo de mujer que Tilly (Kate Winslet) es, acompañada por el resto del elenco, se vuelve casi una seguridad que el equipo detrás de esto tiene por lo menos una mujer. Cuando llegan los créditos, viene la sorpresa: muchísimos de los involucrados en la obra son mujeres. Desde la directora y guionista, Jocelyn Moorhouse, la autora del libro en que se basó, Rosalie Ham y pasando por Sue Maslin en producción, todos los departamentos tienen presencia de mujeres en algún lado. Es más en el área de guión y producción que se ven las huellas de esto: los personajes femeninos están bien redondeados, completos y hasta los villanos son interesantes. En una época en la que las mujeres no pueden hacer comedia mainstream sin utilizar los temas de siempre (embarazo, menstruación, hijos, dieta, celos), The Dressmaker es una brisa de aire fresco. Las figuras masculinas están muy definidas por su relación con el personaje de Winslet, pero nunca se salen de lo posible, sobre todo en un marco de vida rural, en el que los estereotipos (con frecuencia negativos) tanto de hombres como mujeres están a la orden del día. Todo el elenco hace un trabajo excelente: Judy Davis y Liam Hemsworth contienen con maestría a Winslet y forman un trío simpático aunque no recordable. Por otro lado, aunque su papel sea pequeño, Hugo Weaving siempre deja su marca, esta vez encarnando a un policía con un gran secreto. La fluidez que juntos le infunden a la obra llena de vida al pequeño pueblito en el que transcurre.

Es importante destacar el trabajo del equipo de diseñadores de indumentaria y modistas que participó en esta obra: Marion Boyce, nominada a un Emmy, Margot Wilson y Sophie Theallet, diseñadora francesa con clientes importantes de la talla de Michelle Obama, como colaboradora. Todos los trajes son perfectos, tanto para los actores como las actrices y siempre bien exhibidos en cada toma que los incluye. Hay muchos y muy diversos, como sugiere el título de la película y algunos pueden apreciarse en el trailer. La atención que se le dio a todo el vestuario y maquillaje es impecable y eleva muchísimo a la película, especialmente en los momentos en que la trama lo requiere. Es muy reconfortante ver elementos tan relacionados con la vanidad siendo utilizados en pos de algo que casi promueve ignorarla.