El planeta de los simios: La guerra

Crítica de Diego De Angelis - La Izquierda Diario

Un ejército dispuesto a todo

El planeta de los simios: la guerra (2017), tercera -¿y última?- entrega de la trilogía que consiguió restituir el interés popular por la fascinante historia de ciencia ficción inaugurada hace ya muchísimos años, y que tiene como protagonistas estelares a sensibles y perspicaces primates, conseguirá mediante la dirección de Matt Reeves –quien ya había dirigido la segunda parte- atrapar con destreza visual y narrativa la atención afectiva del espectador. Y lo hará desde el principio.

En la primera secuencia del film, una facción del ejército norteamericano penetra en un bosque. El miedo de los soldados es manifiesto. Su temeroso avance sobre tierra desconocida sugiere su desprotección y destino próximo. Ciertas insignias de la indumentaria militar revelarán de inmediato los motivos de su excursión invasora: buscan el refugio donde se esconden los simios a los que quieren exterminar. La representación del enfrentamiento será cinematográficamente extraordinaria.
La operación militar fracasará ante la férrea resistencia de los simios. Caesar (un excepcional Andy Serkis), líder de los primates, enviará una propuesta concreta para frenar la contienda bélica: lo único que desean es vivir pacíficamente en el bosque.

Sin embargo, un comando especial encabezado por el temible Coronel (Woody Harrelson) –casi una caricatura de Kurtz, el coronel de Apocalipsis now de F. F. Coppola- realizará un nuevo ataque, pero esta vez dirigido especialmente a la familia del líder simio. La funesta agresión no hará más que reafirmar el conflicto. Junto al orangután Maurice, el chimpancé Rocket y el gorila Luca, Caesar emprenderá una travesía a caballo, armado de una simple escopeta, para vengarse y terminar con la matanza de un pueblo organizado bajo una consigna singular: “Simios juntos, fuertes”.

El film se convertirá a partir de entonces en un western notable. La marcha hacia el centro de operaciones enemigo, a través de distintos paisajes, tiroteos y persecuciones, se constituirá en uno de los mejores momentos de la película. Caesar y sus fieles compañeros se encontrarán, en primer lugar, con una extraña niña que ha perdido el habla. Entre sí establecerán una relación afectiva que proyectará la única posibilidad para una nueva convivencia -pacífica- entre ambas especies. Durante el recorrido se toparán también con un miedoso y simpático simio que los ayudará en su cometido. Una particularidad del film de Reeves residirá precisamente en su capacidad para alternar acciones de violencia con otras que logran suscitar, incluso mediante el humor, profunda emoción.

El trayecto desembocará en un tormentoso campo de concentración entre montañas de nieve, en donde el Coronel mantendrá cautivos a los simios para la realización de un muro de defensa estratégica, pues otra parte del mismo ejército intentará derrocarlo. El comienzo de una gran guerra entre facciones se aproxima, las tropas exhibirán su poder de fuego bajo el fondo sonoro del himno nacional estadounidense.

A partir de un despliegue notable de efectos visuales, desde el movimiento fascinante de los monos hasta el desarrollo de los acontecimientos bélicos, en ningún momento exhibidos como mero artificio, sino más bien ajustados al proceder dramático de la historia, El planeta de los simios: la guerra presentará fundamentalmente una mirada desesperanzadora y apocalíptica sobre el futuro de la raza humana, fatalmente subordinado a la carrera enloquecida de un ejército dispuesto a todo.