El planeta de los simios: Confrontación

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

CUANDO LOS MUNDOS CHOCAN

En el EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN (RISE OF THE PLANET OF THE APES, 2011) vimos al chimpancé Caesar (Andy Serkis, travestido digitalmente) guiando una rebelión de los de su especie contra los humanos. Aquella precuela/reboot de la franquicia fue un estallido de libertad: ahora, en EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN (DAWN OF THE PLANET OF THE APES, 2014), el liderazgo que había conseguido el peludo protagonista es puesto a prueba. El conflicto se desata cuando los animales rebeldes, que construyeron una civilización en lo profundo del bosque en las afueras de San Francisco, se topan con algunos de los humanos sobrevivientes a la epidemia que arrasó con el planeta en los últimos años. Y es que esa Tierra aún no es el planeta de los simios, pero tampoco ha dejado de ser del todo el planeta de los hombres. Allí, con un buen manejo de la tensión, arrancará una narración mucho más contenida y con menos despliegue que la del primer film, lo que no quiere decir que falten potentes secuencias de acción, especialmente en los momentos finales.
Sin embargo, se hace evidente que la intención del director Matt Reeves no fue poner el acento en las balas y explosiones, sino en los choques entre las formas de ver el mundo de los personajes: Caesar, ahora convertido en padre y líder de cientos, intenta mantener la paz con los humanos para así proteger a su pueblo, lo que para algunos representa debilidad. Uno de los que desafía a Caesar es el desfigurado Koba (enorme actuación de Toby Kebbell), que ya había aparecido en la película anterior en un rol secundario y ahora se convierte en uno de los principales antagonistas (y, también, en uno de los mayores aciertos). Eso no significa que Koba sea un villano con todas las letras: sólo tiene una mirada diferente con respecto a cómo hacer las cosas. En esta tensa relación (y en el deseo idealista de Caesar de ser mejores que los humanos) está el núcleo de la historia: el resto son sub-tramas sin desarrollar o posibilidades desaprovechadas.
Para un film que no se regodea con sus escenas de acción, EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN exhibe una llamativa falta de desarrollo de personajes. A excepción del hijo de Caesar (que es parte de una minúscula y trillada sub-trama de rebeldía juvenil) o del orangután Maurice (presentado en la entrega anterior), no llegamos a conocer a ninguno de los otros simios, lo que representa una oportunidad desperdiciada de enriquecer el conflicto principal o de generar líneas narrativas secundarias que podrían haber ayudado a tapar algunos de los tiempos muertos de la historia. ¿Y por el lado de la raza humana? Nada. Jason Clarke interpreta a un obvio y desabrido "buen tipo", mientras que Gary Oldman apenas tiene tiempo de mostrar de lo que es capaz en sus cinco o seis escenas. El resto de los humanos son totalmente descartables.
Formalmente, se destacan en la película ciertos recursos que la ponen por encima del típico blockbuster hollywoodense. Va un ejemplo: obviando una penosa exposición hecha con fragmentos de noticieros (que funcionan como un resumen de la primera parte), la historia arranca sin voces, prácticamente en silencio si no fuera por los sonidos de la naturaleza. En esos primeros minutos, los simios se comunican con señas (no todos pueden hablar) y los diálogos están subtitulados, en una admirable y arriesgada decisión narrativa. Otro ejemplo está en [CUIDADO, SPOILER: SELECCIONÁ EL TEXTO PARA LEER] esa fantástica secuencia durante una batalla en la que la cámara gira 360° montada sobre la torreta de un tanque. [FIN DE SPOILER]
EL PLANETA DE LOS SIMIOS: CONFRONTACIÓN pone en curso de colisión a dos civilizaciones en una era post-civilización: ¿es posible no caer en la barbarie después de que el mundo se ha derrumbado? ¿Vale la pena el esfuerzo? ¿Pueden los simios llegar a ser menos salvajes que los humanos? No hay dudas de que la película nos lleva a reflexionar, pero se siente como si los conflictos que presenta no alcanzaran para llenar esas dos horas de duración, desperdiciando así la tensión creciente del relato. Todo lo bueno del film (los efectos especiales, la complejidad de los planteos de Caesar, los momentos de Koba, los aciertos en la dirección) choca contra las limitaciones del guión (pocos personajes interesantes, baches en el ritmo de la narración). Y así, con tantas fuerzas en oposición, esta se convierte en una de esas raras ocasiones en las que el título en español, por más feo que suene, resulta ser más adecuado para la película que el original.