El peso del talento

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La estrella frente al espejo

En materia de Nicolas Cage, especie de “actor que es un género en sí mismo” en nuestra triste y redundante contemporaneidad en términos culturales, nadie se pone de acuerdo en torno a cuáles serían sus mejores películas desde el comienzo del nuevo milenio -aquellas iniciales del Siglo XX, en comparación, están mucho más estigmatizadas- aunque sí existe un consenso acerca del hecho de que cada cuatro o cinco obras filmadas entrega una en verdad loable que nos recuerda el enorme oficio del camaleónico y casi siempre exaltado intérprete, sin duda alguna uno de los más delirantes, originales e imprevisibles que haya dado el Hollywood posmoderno. Quizás sin llegar al nivel de las también recientes Cerdo (Pig, 2021), de Michael Sarnoski, El Color que Cayó del Cielo (Color Out of Space, 2019), de Richard Stanley, Mandy (2018), de Panos Cosmatos, Mamá y Papá (Mom and Dad, 2017), de Brian Taylor, o Ejército de un Solo Hombre (Army of One, 2016), opus de Larry Charles, El Peso del Talento (The Unbearable Weight of Massive Talent, 2022), dirigida y escrita por Tom Gormican, es otra odisea freak muy disfrutable que permite el lucimiento del artista y además agrega una cuota de autoreferencialidad que reflexiona tanto sobre su prolífica carrera, su inestabilidad familiar y esa evidente ciclotimia emocional como acerca de características ya más macro de la industria audiovisual, en sintonía con el ombliguismo de impronta narcisista, el carácter sumamente ridículo de los ejercicios actorales y creativos en general, la tendencia de muchísimos artistas a encerrarse en burbujas de artificialidad o autocondescendencia, las intromisiones disruptivas del mundo exterior y la arquitectura retórica cuasi lunática de géneros tan trabajados como la comedia y el cine de superacción.

La epopeya que nos ocupa, precisamente una parodia muy light del show business con elementos de thriller de espionaje post Guerra Fría, puede que no se preste para nada a ser calificada como un exponente del “meta séptimo arte”, como las famosas 8½ (1963), de Federico Fellini, El Desprecio (Le Mépris, 1963), de Jean-Luc Godard, Cuidado con esa Puta Sagrada (Warnung vor einer Heiligen Nutte, 1971), de Rainer Werner Fassbinder, La Noche Americana (La Nuit Américaine, 1973), de François Truffaut, y El Estado de las Cosas (Der Stand der Dinge, 1982), de Wim Wenders, o que tampoco soporte un rótulo cercano a la sátira sobre la frontera entre la realidad y la ficción símil Demonios (Dèmoni, 1985), de Lamberto Bava, La Rosa Púrpura del Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985), de Woody Allen, Angustia (1987), de Bigas Luna, El Último Gran Héroe (Last Action Hero, 1993), de John McTiernan, y El Ladrón de Orquídeas (Adaptation, 2002), de Spike Jonze, no obstante El Peso del Talento explora con inusual comodidad -para las torpezas expositivas del mainstream y el indie de nuestros días, desde ya- por un lado el ego inflado de los actores, aquí a través de un Cage que hace de sí mismo y encima se desdobla en dos personajes, el intérprete que todos conocemos y un hilarante doppelgänger imaginario y más joven, Nicky, que sigue a ese Nicolas drogado que visitó el talk show británico Wogan (1982-1992) para promocionar Corazón Salvaje (Wild at Heart, 1990), de David Lynch, y por el otro lado la desidia afectiva en materia de su entorno inmediato, hoy su ex esposa e hija ficcionales, Olivia (Sharon Horgan) y Addy (Lily Mo Sheen), quienes padecieron su propensión a privilegiar la carrera por sobre la parentela o los pocos momentos en conjunto.

Sin embargo El Peso del Talento, segunda obra de Gormican después de la mediocre Las Novias de mis Amigos (That Awkward Moment, 2014), esa olvidable comedia romántica con los por entonces ascendentes Zac Efron, Miles Teller y Michael B. Jordan, deja un poco en segundo plano el foco cómico esperable, léase las desdichas de la parentela de una celebrity mundial como el señor, para concentrarse en cambio en la amistad que el Cage en pantalla, uno muy deprimido que pretende retirarse de la actuación porque está nadando en deudas, perdió un trabajo que deseaba con fervor y es atacado/ ridiculizado por su familia, entabla con un millonario español que posee olivares y lo contrata por un millón de dólares para que asista a su cumpleaños, Javi Gutiérrez (el perfecto Pedro Pascal), sujeto que según un dúo farsesco de agentes de la CIA, Vivian (Tiffany Haddish) y Martin (Ike Barinholtz), en realidad es un traficante de armas muy importante que supuestamente secuestró a una tal María Delgado (Katrin Vankova), hija de un político de Cataluña que podría boicotear la actividad del mafioso, por ello mismo este último se llevó a la muchacha para impedir que el padre continúe en la carrera electoral y acceda al poder. La excusa del guión del director y Kevin Etten, éste un libretista televisivo de larga data, es a la par humilde y eficaz y se centra en Nicolas espiando para la CIA con el objetivo de descubrir el paradero de Delgado mientras desarrolla el vínculo con Gutiérrez, a quien le hace creer que ambos están creando un film a partir de situaciones improvisadas a lo Una Guerra de Película (Tropic Thunder, 2008), de Ben Stiller, desvaríos que derivan en sketchs de un humor absurdo bastante bien resuelto, quizás nada original aunque desparramando una gran química entre Cage y Pascal.

Como si se tratase de una de esas faenas sarcásticas y autoreflexivas de Blake Edwards o un ejemplo de aquella comedia de pareja dispareja o hasta una buddy movie en una coyuntura exótica/ paradisíaca/ estrafalaria, en esta oportunidad Mallorca, el opus de Gormican en primera instancia obliga a la estrella hollywoodense a mirarse al espejo, en este sentido resulta muy llamativo que haya accedido a escenas en las que reconoce su alcoholismo, su dejo workaholic y hasta la esquizofrenia de ver y mantener conversaciones con el chiflado de Nicky, y en segundo lugar se burla por lo bajo -y a veces de manera tácita o colateral- de la fauna de desquiciados, quejosos y chupasangres que atrae el star system del mainstream, no sólo su representante Richard Fink (Neil Patrick Harris), parásito que cambia de parecer según los caprichos del cliente, o el propio Javi, un fanático acérrimo del actor que viene coleccionando memorabilia de sus películas desde hace décadas, sino también los agentes de la CIA, quienes como buenos esbirros institucionales ponen en peligro la existencia de los demás para cumplir la misión burocrática de turno, y la misma familia, esas dos mujeres que fetichizan el costado negativo de la vida bajo los reflectores, en línea con la egolatría patética del intérprete, pero al mismo tiempo disfrutan del cuantioso dinero que llega en paralelo, ese que -en la vida real y en pantalla- va a parar a “hábitos de consumo” un tanto desorbitados. El Peso del Talento, en síntesis, toma la forma de un autohomenaje más que merecido e incluso construye a un villano interesante, Lucas Gutiérrez (Paco León), primo de Javi y verdadero y tenebroso traficante de armas, planteo que permite una alianza entre los dos amigos en pos de salir con vida y rescatar cuanto antes a todos sus seres queridos…