El perseguidor

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Sin relación alguna con el cuento del mismo título escrito por Julio Cortázar que luego derivó en un recordado film con Sergio Renán, El perseguidor es una notable pieza corta que no podría haberse llamado de otra manera. Estremecedora, atrapante y dotada de un lenguaje cinematográfico impecable, esta película del debutante Víctor Cruz no cuenta con jazz ni saxofonistas pero se convierte en una sorprendente ópera prima. Con experiencia como co director de documentales y productor del atrayente y paradojal film de Sandra Gugliotta Las vidas posibles, Cruz diseña precisamente con Gugliotta un guión sugerente y a la vez contundente, apenas dialogado y despojado de subrayados. La trama, salpicada con ajustados saltos narrativos, se podría resumir como la pesadilla de un matrimonio de un neurocirujano y una arquitecta acosados por un desconocido al intentar pasar un fin de semana en el Delta, en medio de revelaciones y nefastas decisiones. El film construye su historia de manera fragmentada, al presentar como parte del relato la cámara del hombre acosador, que registra los pasos de la pareja. Un recurso muy empleado por el cine de los últimos años, que aquí ofrece un quiebre visual que enriquece aún más la narración. Las interpretaciones de Marita Ballesteros y Alejo Mango, formidables y plenas de intensos matices, se ensamblan a la perfección con la propuesta estética y expresiva del director, confirmando una vez más que un film conciso y modesto también puede ser extraordinario.