El perro que no calla

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

Ana Katz es dueña de un estilo y de una sensibilidad muy particular,  con sus personajes cotidianos pero también extrañados, que hacen lo que pueden con sus vidas, arrastrados por un destino donde a veces deciden muy poco, pero siguen empecinados. La película está estructurada como viñetas, secuencias vivenciales de un personaje que en momentos especiales de su vida. Ya desde la primera secuencia la Katz nos sumerge en ese universo, donde el perro no ladre pero parece el destinatario de todas las quejas, de los vecinos, de los jefes del protagonista, de gente que proyecta sus problemas y no es capaz de entender nada. Después veremos al protagonista con distinto peso, corte de pelo diferente y momentos cruciales: al borde de la indigencia, con una familia en el momento revelador y anticipatorio del arte de la realizadora, con distintas profesiones, con familia construida y la de origen. Todo se observa en detalles reveladores, con una gran humanidad, para poner en relieve amores, egoísmo, mezquindades, y muy poca empatía con el sufrimiento ajeno. Toda una secuencia rodada antes de el COVID demuestra ese maravilloso poder anticipativo del arte, cuando humanidad de una creadora lo sabe captar. No faltan los dibujos y la animación para momentos que de tan crueles piden la piedad de ese lenguaje. Dniel Katz, hermano de la directora es el protagonista confundido  apropiado, acompañado por un elenco donde encontramos a Carlos Portaluppi, Julieta Zyilberberg y Valeria Lois.