El perro Molina

Crítica de Kekena Corvalán - Leedor.com

La última producción de José Campusano es, más allá de ciertos refinamientos que ya hemos podido escuchar que se le critican, más Cine Bruto que nunca, y sigue sumando y potenciando todo su cine anterior, en un recorrido donde la coherencia es sistema creativo en estado puro, y los artistas no pueden más que seguir haciendo lo que saben y pueden hacer.

Ver esta película de Campusano es un profundo placer, porque sigue llevando adelante la apuesta por una estética propia dentro del cine, contando historias como nadie las cuenta en la escena local. Campusano y su cine, son distintos a lo que puede verse, aunque haya una vuelta de tuerca que pueda asimilar al Perro Molina a un cine más central, más cuidado, porque sin dudas ya tiene una práctica técnica detrás, (digo, si se la compara con Vil Romance, por ejemplo) y seguramente, mejores presupuestos y optimización de recursos. Hay tres posibles cuestiones para pensar a El Perro Molina como más cercana a formas del cine comercial: mejor calidad de imagen, prolijidad sonora, contexto en la localidad de Marcos Paz (a casi 50 km de la ciudad de Buenos Aires), no ya el cinturón villero si no más hacia las afueras de lo que se conoce como tercer cordón, es decir, una zona de fronteras que abre a zonas más rurales, donde la delincuencia tiene que ver con el crimen, seguramente, pero también con los robos de otro tipo de guantes, como los ligados a la acumulación de dinero contante y sonante, fruto de la explotación sojera.

Los actores, son los de siempre, los mejores que puede encontrar, como sus productorxs. Gente que cree por sobre todas las cosas en lo que está haciendo. Porque, como dice el propio José Campusano, su cine produce películas que no se basan en hipótesis, si no en un conocimiento social, es la necesidad de pensarse socialmente, y de hacer autocrítica de lo que les pasa.

Los protagonistas son Daniel Quaranta, como Antonio “Perro” Molina; Florencia Bobadilla, como Natalia; Ricardo Garino, como Ibáñez, Carlos Vuletich, “Calavera”, Damián Avila como Ramón (estos dos últimos actores ya interpretaron papeles en Fantasmas de la Ruta), María Vivas como Rosa, y el joven debutante (es compañero de colegio del hijo de Campusano) Assís Alcaraz, como el asesino psycho que afirma el lado thriller de este film.

Y una vez más, se trata de organizar el mundo a partir del caos que parece controlar al destino (poco cine se parece tanto a la tragedia griega como el mundo de Campusano, al menos en su modo de plantear pasiones, formas de justicia, karmas). Como siempre, el código dentro del no código, es decir, la existencia de un protocolo para moverse incluso en los bajos fondos, que están, como cualquier clase, llena de buenos y malos, como forma de construir valores allí donde pareciera que el margen se hace abismo y es imposible organizar ningún tipo de tejido social, quedan amistades, lealtades y recuerdos. En este sentido, El Perro Molina pareciera hablar de un tema mayor, el choque generacional, las pautas de conducta, la pérdida de sistemas referenciales en el mundo contemporáneo desde donde construir certezas, recomponer esperanzas y pensarse.

No hay mucho más que decir de este cine otro, hecho con coherencia y cretividad, más que celebrarlo y esperar su nueva apuesta. Mientras, lo recomendamos ampliamente, en toda su filmografía, para confrontarnos y pensarnos en prácticas cotidianas, sociales, culturales y políticas, que quizás prefiramos no ver y que sin dudas dicen también lo que todos somos.

El Perro Molina compitió en la sección oficial del 29 Festival de Mar del Plata.

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