El perro Molina

Crítica de Facundo J. Ramos - Toma 5

"El lado Campusano"

Fiel a su filmografía y aferrado más que nunca a su característico estilo de realización, Campusano vuelve a sumergirse en el conurbano bonaerense para consumar una historia de venganza, revancha y redención a la que no le alcanza con meter las manos en el barro sino que también busca salpicarte por completo.

“El Perro Molina” cuenta la historia de Molina (Daniel Quaranta), un malavida que acaba de salir de la cárcel con una fuerte convicción: no derramará más sangre en las diferentes actividades que le impone su estilo de vida. Sin embargo, mientras Molina presume entre los suyos su nuevo modo de encarar la profesión (algo así como un vegetariano del mundo criminal), un comisario recién separado (Ricardo Garino) lo arrastrará hacia todo eso que nuestro protagonista quiere dejar atrás. Así, en el momento menos oportuno de su nueva vida, Molina deberá lidiar con una mujer despechada devenida en prostituta (Florencia Bobadilla), un peligroso y joven delincuente (Assiz Alcaráz) y un proxeneta tan rudo como enamoradizo denominado “Calavera” (Carlos Antonio Vuletich).

Rodada íntegramente en Marcos Paz gracias a una alianza entre el Municipio de ésta localidad y el Cluster Audiovisual de la Provincia de Buenos Aires, “El Perro Molina” es una propuesta que puede definirse básicamente por su gravedad: aterrizará en el espectador cual moneda impacta en el piso. Es decir, de un lado u del otro, para bien y para mal. Cara o seca, amor u odio, agrado u rechazo, blanco o negro. No hay términos medios a la hora de llegar a una conclusión sobre el sabor de boca que deja una producción tan personal y arraigada al ya característico modo de trabajo de su realizador.

Personalmente tuve la oportunidad de ver esta película en el 29° Festival Internacional de cine de Mar del Plata, donde formó parte de la competencia internacional de largometrajes junto a un grupo de películas que no solo ofrecían argumentos y un apartado técnico de mejor calidad, sino que también estaban impulsadas por la búsqueda de otros objetivos.

De cara al estreno comercial de un film como “El Perro Molina”, si bien el panorama no cambia demasiado (ya que la cartelera ofrece producciones tan variadas como interesantes), hay que decir que quizás no sea un terreno lo suficientemente cómodo para que una película de estas características se desenvuelva de forma correcta y logre acaparar la atención de un público amplio y numeroso.

Lejos también de ambos extremos (ni se trata de un film netamente destinado a recorrer festivales, ni de una película con aires de anclarse en la cartelera argentina), “El Perro Molina” es una propuesta que debe consumirse, o mejor dicho, encararse desde un solo lado para que termine convirtiéndose en algo placentero y divertido.

Esa posición de privilegio, es la vereda Campusano.