El pequeño ninja

Crítica de Milagros Amondaray - La Nación

Alex se encuentra atravesando, con extrema dificultad, los pormenores de la preadolescencia. El joven no tiene un gran vínculo con su hermanastro, su novia lo rechaza por no considerarlo lo suficientemente temerario y su único amigo es un ninja de peluche. “Soy tan solo un niño”, se lamenta con tristeza cuando se siente compelido a emprender una peligrosa misión para hacer del mundo un lugar un poco menos cruel.

El largometraje de la dupla Anders Matthesen-Thorbjørn Christoffersen se presenta, inicialmente, como una buddy movie, con Alex y ese ninja viajando a Tailandia para encontrar al villano de la historia, Phillip Eppermint, un fabricante de juguetes que salió de la cárcel a pesar de haber cometido actos inhumanos contra sus empleados.

En ese sentido, el film es mucho más oscuro de lo que deja entrever en un comienzo, y se va tornando cada vez más áspero cuando Alex y su peculiar amigo buscan salvar a una niña del castigo de ese hombre inescrupuloso. El pequeño ninja sale airosa al momento de tomar riesgos narrativos dentro de esa historia de denuncia contra las grandes corporaciones, sobre todo cuando la entrañable amistad sobre la que se erige se deja en un segundo plano en pos de tamizar las viñetas cómicas para concebir un relato de aventuras con toques de thriller, cruza de géneros que funciona sorprendentemente bien, pero que quizá no conecte con los más pequeños.

Cerca del final, sus directores también dejan en evidencia su interés por las narrativas coming of age [de camino a la adultez] cuando Alex, ese ingenuo protagonista, se ve obligado a crecer de golpe para demostrarse a sí mismo lo mucho que vale, ignorando así un microcosmos que lo agrede y subestima.