El pequeño ninja

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

LOS JÓVENES DE HOY EN DÍA

Antes que nada, una particularidad de la distribución de cine. Este film animado danés, dirigido por Thorbjørn Christoffersen y Anders Matthesen, es en verdad la segunda parte de una película nunca estrenada en el país. Sin embargo no hay nada en su lanzamiento que nos indique que estamos ante una secuela. Por lo tanto, si no vimos la original (y a fuerza de ser sinceros, no conocíamos de su existencia hasta ahora), los primeros minutos nos encontrarán absolutamente perdidos entre personajes que ya han sido presentados, vínculos que fueron definidos con anterioridad y elementos mágicos que se precipitan sin una explicación que nos ponga en situación. Y por si esto fuera poco, la historia de alguna forma continúa lo que ya se ha contado, con un villano que sale de prisión por delitos que intuimos. Pero lo interesante de El pequeño ninja (2) es que tiene tantas particularidades en su construcción, que esto de ser una secuela nunca anunciada como tal es apenas un detalle menor.

Para los que desconocíamos el universo en el que nos íbamos a meter, digamos que el prólogo nos pone en situación de alerta. Por medio de sombras, la película nos presenta un crimen bastante violento y sangriento para lo que suponemos una película animada infantil. Pero atención: ¿estamos ante una película infantil? Y ahí entramos en un dilema, digamos, cultural. ¿Cuáles son los límites que se consideran tolerables en Dinamarca para una película destinada a los chicos? ¿Son diferentes a los nuestros? Lo cierto es que este es el primero de una serie de elementos rugosos que se introducen en la película, traficada desde el diseño como un film para niños con aire a Dreamworks pero que no lo es tan así: la familia protagónica viajará por caprichos del guion -y del niño protagonista- a Tailandia y allí se cruzarán con una realidad de clubes nocturnos, mafiosos, prostitución, referencias explícitas a las drogas, secuestros de niños y explotación laboral. Y no hay aquí un juego canchero de referencias para llegar al público adulto a lo Shrek ni un dramatismo que agrega circunspección al cine animado, sino un film cuya lógica es esa, la de imbricar una superficie infantil con un relato repleto de sordideces levemente lavadas, incluyendo incorrecciones varias, algunas vinculadas a la sexualidad que quedan afuera de espacio y tiempo. Y de agenda.

Todo esto no vuelve a la película necesariamente buena, pero la hace mucho más interesante que la media del cine animado periférico a Hollywood que se estrena regularmente (y del central a Hollywood también). Y no es mejor, porque su humor funciona en cuentagotas y su trama casi de policial es bastante básica y le falta sofisticación como para hacer que esos elementos retorcidos que la integran luzcan más trabajados. Que en el fondo estamos ante una historia de superación personal, la del niño que quiere ser más corajudo, que incluso en ese registro ofrece una idea algo anticuada de lo que es el valor y la masculinidad. Insospechadamente ofensiva, sobre los créditos del final un personaje (el tío, que es como una versión libérrima del Capitán Haddock de Tintín) canta una canción, a lo que otro personaje le dice que ofrece una mirada estereotipada de Tailandia. La cereza de un postre con sabor inclasificable.