El payaso del mal

Crítica de Flor Salto - Loco x el Cine

Desde que tengo memoria, la cultura me ha enseñado que los payasos no son algo lindo. El tradicional circo ya es considerado como un espectáculo retrógrado, no por culpa de los narices rojas, pelucas multicolor y zapatos gigantes, pero aun así. La televisión (en especial los dibujos animados) los suele retratar como seres humanos muy venidos a menos y melancólicos. El cine, sin preámbulos, los ha transformado en el terror de generaciones. Crecí viendo a la figura del payaso como un monstruo; alguien que puede ser un asesino detrás de todo ese maquillaje y actitud bufona.

Hoy me cuesta asumir que a una persona adulta pueda provocarle coulrofobia ver a alguien disfrazado como Krusty, de hecho hay muchos payasitos amigables que vuelven locos a los niños. Como le pasa a Jack, uno de los protagonistas de esta nueva película producida por Eli Roth (Hostel, 2005 y El último exorcismo, 2010).

Ha llegado el momento más alegre y esperado por todo peque, cumplir años. La temática de su fiesta ya se imaginarán cuál es, por lo que el más mimado de la casa espera con ansia a quien vendrá a animarles el evento a todos. Sin embargo, lo alegre durará poco, ya que no sólo el payaso contratado nunca llega, sino que papá no tiene mejor idea que cargarse el personaje al hombro con un aparentemente perfecto traje hallado en un sótano. Ok, es obvio que nada bueno va a salir de eso y así es como el legendario disfraz comienza a devorarse todo lo bueno de Kent (Andy Powers) hasta convertirlo en una criatura caníbal con especial gusto por carne cruda infantil.

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No hay que ser ilusos, un guión así no es para nada innovador. Nunca acabaría de mencionar la cantidad de clichés que pude contar en 100 minutos. Cuanto más diabólico el villano, menos creíble es, además de totalmente predecible. Apunta más a lo desagradable de sus escenas sangrientas y su necesidad de deglutir cinco menores (uno por cada mes del invierno, de acuerdo con lo dicho en la película), que a sorprender o asustar.

Según cuenta una leyenda nórdica, este payaso es una bestia diabólica que no revertirá el hechizo del traje que lo poseyó hasta saciar su hambre voraz o hasta que alguien le corte la cabeza y ya. Con el correr de las escenas, el film va de mal en peor, para llegar a un final totalmente decepcionante. Qué decir de las actuaciones… Correctas y hasta ahí. Quizás el papel más interesante lo tenía Peter Stormare como Karlsson, el hermano de quien previamente tuvo la primicia de padecer el maleficio de “Dumbo” y que logró salvar su vida para luego dedicarla a vigilar el cofre donde yacía esa segunda piel demoníaca.

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Cuando las tripas del payaso asesino comienzan a sonar, no hay nada que las detenga. Ni aunque el mismo menor de 12 años le quiera enternecer el corazón convidándole una deliciosa golosina. Cuanto más pura el alma, más sabrosa la carne. Para vos se oye horrible, para él sabe increíble. Y aunque haga fuerza y quiera luchar contra la oscuridad interna que lo invade, es imposible escaparle -saliendo vivo- al demonio escandinavo que solía habitar cuevas en Islandia y que por esas cosas de la vida llegó a los Estados Unidos. Poné la mesa, colgá los adornitos, inflá los globos, sacá la torta de la heladera y ponele las velitas, que viene el primo hermano de Centavito y ya arranca la fiestita. En más de un sentido, Clown (2014) está para morirse, y no de risa.