El pasajero

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Neeson sigue vigente

El disparador de esta historia es clásico: un hombre común (aunque no del todo, sabremos después) frente a una circunstancia extraordinaria. En este caso, se trata de Michael MacCauley (Liam Neeson), un gris vendedor de seguros que viaja periódicamente en tren hacia su trabajo en Manhattan y de pronto es despedido y se ve envuelto en una peligrosísima trama nacida de la extravagante propuesta de una mujer enigmática que Vera Farmiga encarna con solvencia.

Hay buen dinero de por medio, pero también enormes dificultades (peleas a puño limpio con rivales bastante más jóvenes y unas cuantas piruetas exóticas en un tren a toda velocidad) que el personaje de Neeson debe sortear para erigirse en héroe imbatible. Tanto el clima que Jaume Collet-Serra consigue en la parte inicial de la película (de aliento muy "hitchcockiano") como el febril ritmo que después impone el notable trabajo de montaje de Nicolas De Toth -justamente hijo de André De Toth, director de la versión original de House Of Wax (1953) que en 2005 recrearía el director catalán para su debut en la dirección- son lo mejor de un film que a medida que se acerca el epílogo empieza a desbarrancar, empujado por la sucesión de secuencias cada vez más disparatadas.

Aún así, Collet-Serra logra que nos pongamos del lado de Neeson (con quien ya había trabajado en otras tres películas) sin que el veterano actor irlandés resigne el ceño fruncido que lo identifica desde siempre.