El panelista

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Dentro de la vasta producción de documentales que semana a semana aparecen en la cartelera –la gran mayoría de ellos exhibidos en el cine Gaumont-, parecieran reiterarse algunas fórmulas, algunos arquetipos en donde, por ejemplo, aquellas tramas con secretos familiares, la reconstrucción del pasado de un árbol genealógico con ciertas implicancias en historias desconocidas y sobre todo, el abordaje de la historia personal con una fuerte marca autoreferencial, parece ser la moneda corriente.
Otro subgénero dentro del documental, si pudiésemos llamarlo de alguna manera, son aquellos que apelan a lo urgente, al documental de denuncia, al marco político, aquel que se compromete socialmente para mostrar los sucesos de una realidad que nos golpean fuertemente.
Alejándose de cualquier temática ya abordada y conocida, “EL PANELISTA” sorprende gratamente por adentrarse en un tema poco conocido, un concepto innovador, retratando en profundidad, un universo laboral para aquellos con capacidades diferentes.
Dentro de ese microcosmos, el INTI (Instituto Nacional de Tecnología industrial) propone dentro de su Laboratorio de Análisis Sensorial, una novedosa experiencia laboral para personas no videntes que sirve además de capacitación y desarrollo profesional.
Juan Manuel Repetto, aborda en su segundo trabajo documental, las particularidades que presenta este trabajo: no sólo desde el plano de una oportunidad laboral que puede ser concedida hoy en día a un discapacitado sino desde la dura dificultad de poder insertarse con regularidad, en un ámbito laboral y poder contar con un ingreso estable.
Pero no es que solamente Repetto se detenga en un planteo de entramado laboral con aires del cine de Cantet en “Recursos Humanos”, sino que apuesta a mucho más. Marca la diferencia cuando pone su mirada descriptiva en un universo sensorial diferente a todo lo conocido, su cámara nos va guiando, nos va adentrando en la rutina diaria del grupo –son ocho los panelistas que forman parte del grupo de cata de muestras alimentarias-.
Así formamos parte de su rutina de trabajo, su capacitación, su especialización, sus especificidades y vamos viendo el entramado de las relaciones entre pares y también el vínculo con los capacitadores que le van brindando una formación profesional. Para completar aún más el panorama de los personajes, nos vamos introduciendo poco a poco en la vida personal de algunos de los trabajadores, con anécdotas y recuerdos que van nutriendo el relato.
Conoceremos, en algunos casos, como era su vida antes de perder la vista, cómo la ceguera ha modificado sustancialmente sus vidas y muchos marcarán ese antes/después de la pérdida de la visión.
Si bien por momentos intenta mostrar a este grupo como una historia coral, el encargado de llevar la voz cantante de la narración es Carlos Bianchi, quien por un accidente junto con sus compañeros de colegio, a los 8 años edad, ha quedado ciego y hoy se desempeña dirigiendo a este grupo de catadores. No solamente vamos conociendo algunos datos y anécdotas vinculadas con su vida privada sino que además lo acompañamos en su rutina de trabajo y sobre todo, junto con él, podremos vivenciar cómo esta rutina se ve alterada ante la llegada de nuevos compañeros que van modificando la consolidada estructura grupal, situación que a Carlos le genera muchísima incertidumbre.
A través de una narración muy sencilla, directa, intimista Repetto vuelve a poner en juego su particular sensibilidad para incursionar y acercarse a una zona donde pocos directores quieren entrar. Ya lo había demostrado con su ópera prima “Fausto también” sobre el derrotero de un joven con autismo dentro de los vericuetos de la Universidad Pública, un verdadero desafío a la comunidad educativa y ahora vuelve sobre una temática que lo preocupa generando un estado de conciencia en el espectador sobre este mundo para nosotros tan “diferente”.
Con los mismos cánones y los mismos parámetros que en su trabajo anterior, su cine se interna en un universo de personajes excluidos, con un mercado laboral que suele serles esquivo –muchos de ellos jamás habían tenido un trabajo estable o han vivido situaciones de completa precarización laboral- y pone el foco y otorga luz para que pueda visibilizarse esta temática, como la mejor manera de poder ir logrando una verdadera inclusión.
Repetto pone el acento, con su mirada contenedora, en todos los talentos y conocimientos que pueden aportar a cualquier equipo de trabajo y en este caso particular, es la propia discapacidad la que potencia las percepciones y los sentidos y les permite desarrollar talentos diferenciales con los que otros trabajadores no contarían.
De esta forma, más allá de mostrar el potencial de las personas discapacitadas para desempeñar profesionalmente sus tareas, “EL PANELISTA” apunta a un verdadero concepto inclusivo en donde generar este tipo de fuentes de trabajo no sea meramente para cumplir algún cupo que a nivel de Estado, una norma impone en donde debe generarse empleo a un cierto porcentaje de trabajadores discapacitados.
Y el planteo no se queda en la superficie, no sólo acompañamos a Carlos en sus momentos de trabajo, en las inseguridades que le generan los movimientos dentro del grupo sino que también Repetto les da a sus protagonistas otra dimensión, nos humaniza como espectadores cuando comparte con nosotros, parte de sus vidas personales.
Carlos no sólo es el empleado del INTI sino que es padre, es esposo, es amigo y en esos roles el documental va ganando en precisión y sobre todo en emoción y aumentar nuestras percepción y llamar la atención a otros de nuestros sentidos.