El padre

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Con El Padre, Mariana Arruti intenta sanar heridas mal curadas desde la infancia cuando su familia decidió no volver a hablar sobre las condiciones poco claras en que falleció su padre en 1973.

Las marcas de un silencio:
El PadreJuan Arruti murió cuando su hija era demasiado pequeña para entender mucho de lo que sucedía o siquiera para recordarlo. Ella no tenía forma de saber que ese hombre que jugaba con ella llevaba años corriendo riesgos simplemente por ser delegado sindical y tener ideas de izquierda, pero aprendió a dejar de hacer preguntas para las que no conseguía respuesta cada vez que quería saber más sobre él o las circunstancias de su deceso. Cuarenta años más tarde y convertida en cineasta, Mariana Arruti desanda el camino que la alejó de sus raíces para reconectar con la familia y amigos de ese hombre cuya ausencia les es tan pesada, con la esperanza de llenar los agujeros de su propia historia con los relatos de quienes por ser mayores que ella aún conservan recuerdos. Como el tío materno encargado de reconocer el cuerpo en la morgue, quien afirma que hubo discrepancias entre la historia que se contó sobre el hecho y lo que él leyó en el acta policial. O todos sus tíos y primos paternos que aún trabajan de albañiles como él, quienes recuerdan con admiración las épocas de militancia en que Juan se destacaba como un líder natural al que todos respetaban por preocuparse mejorar en lo poco que podía la vida de sus compañeros obreros. Entre todos los relatos, la directora comienza a echar un poco de luz sobre el pacto de silencio o encubrimiento que varios sospechan que hubo sobre la muerte de su padre.

Construido a base de entrevistas, material de archivo real pero también ficcionado para representar momentos de los que no hay registro, El Padre no documenta simplemente la actividad de una personalidad relevante. Hay poco de dato concreto y mucho de sentimiento en el retrato que la directora rescata de los recuerdos ajenos, porque la mayor obra de Juan Arruti no se mide en hechos consumados sino en personas afectadas y aunque esta vez tiene un nombre, su historia es la misma de muchos anónimos que como él creyeron en otra forma de vivir y trabajaron para lograr al menos cambiar su entorno más inmediato. Con esa intención de reflejar algo intangible es que combinando recuerdos ajenos con imaginación las historias avanzan acompañadas de ficticio material de archivo intercalado con el real, llenando los espacios y dándole vida a una personalidad que no podría quedarse capturada en una foto fija sino que brota alegremente de las palabras de quienes aún lo recuerdan y extrañan. El Padre podrá no haber sido una personalidad famosa fuera del entorno que habitó, pero por el tono cálido de este documental parece quedar bastante claro que no pretende inmortalizarlo como un personaje histórico en un libro, sino como la persona que quienes lo quisieron recuerdan.

Conclusión:
Mariana Arruti borronea algunos límites entre documental y ficción para relatar de una forma cálida y amena la historia que sirve de homenaje a Juan Arruti, El Padre.