El padre de mis hijos

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Más allá de los sueños

Un intenso retrato familiar basado en la vida de un productor de cine francés.

Grégoire es un productor de cine muy ocupado. Sin perder la elegancia ni la amabilidad en el trato, se ve que está metido en problemas. Nunca se despega de su teléfono mientras trata de resolver un complicado rodaje en Suecia a las órdenes de un director demandante, o manejar las deudas acumuladas que lo podrían obligar a vender su más preciado capital: sus películas.

De cualquier manera, al llegar al cálido y enorme caserón de fin de semana que tiene con su esposa, Sylvia, los problemas parecen esfumarse: allí se entretiene con sus simpáticas y creativas hijas, pasea con ellos y trata de alejarse del día a día profesional.

Pero en un momento determinado, los mundos eclosionan y, sorpresivamente, Grégoire (Louis-Do de Lencquesaing) toma una tremenda decisión. De allí en adelante, su familia deberá aprender a lidiar con las consecuencias.

En su segunda película, la realizadora Mia Hansen-Love, de sólo 29 años al filmarla, se basó en un caso real: el del productor francés de cine de autor, Humbert Balsam, a quién conoció cuando buscaba financiación para su primer filme (Tout est pardonné).

El padre de mis hijos cambia bastantes hechos de la vida real (los cineastas que aparecen en el filme son, con los nombres cambiados, reconocidos autores europeos) y, en un momento, asume el punto de vista de la esposa, encarnada por Chiara Caselli, quién debe tomar mayor protagonismo en la segunda parte del relato. Y allí también empezará a pesar la figura de la hija adolescente, otro personaje que se enfrenta de golpe con una nueva vida.

El padre... es un hallazgo en todos sus aspectos. Desde la primera parte, en la que el día a día de una productora de cine está visto como una combinación peligrosa entre arte y comercio (Grégoire adora producir cineastas poco comerciales y parece bancarse los fracasos), hasta la segunda, en la que la situación cambia y hay que hacer lo posible para salvar a la compañía. Y a través de todo eso, la extraordinaria manera (casual, simpática, con tensiones en segundo plano) en la que Hansen-Love pinta la vida de esa familia.

Sin sentimentalismos forzados, con una mirada casi documental para retratar situaciones y emociones bastante fuertes, Hansen-Love hace un retrato honesto y genuino de un productor de cine que se jugaba por lo que creía y una familia que hizo siempre lo posible por acompañarlo. Un homenaje, sí, pero más que eso un gran filme.