El otro Maradona

Crítica de Miguel Frías - Clarín

El lado oscuro de la estrella

Cualquier futbolero -lo recuerde o no- vio alguna vez a Goyo Carrizo. Cada tanto lo llevan a algún medio para que hable de la niñez de Maradona. Y Goyo, que ganó todo junto a Diego en Los Cebollitas, pero que no conoció otra gloria, habla con infinita admiración, dice que fue un milagro haber jugado con el más grande, cuenta viejas anécdotas y después vuelve al olvido, en su precaria casa de Villa Fiorito.

El gran acierto de este documental es hacer foco en su vida, la vida de uno de los tantos que no llegaron, y transformar a Maradona en un personaje secundario, ausente, difuso, ambiguo. Goyo sigue elogiándolo, pero a través de su mirada triste, de sus palabras angustiadas, cargadas de culpa por no haber salvado a sus hijos (uno se llama Diego Armando) de un destino pobre, entendemos que la inmensidad maradoniana lo aplasta y seguirá aplastándolo. ¿Fue un milagro haber formado dupla con El Diez o un trauma que nunca se sacará de encima?

El otro... se limita a mostrar a Goyo en su hábitat: buscando algún crack incipiente en canchitas polvorientas del Interior, un toque de suerte tardía. Por ahora, vive en la villa, vende fuegos artificiales, tiene bajo perfil, párpados caídos, poco pelo, pocos dientes, familiares místicos que le sugieren que una maldición cayó sobre él. Cuenta que una tarde estuvo por jugar en la primera de Argentinos con Maradona, que al final no entró, que se rompió los ligamentos de la rodilla en un partido de reserva, que creyó que seguiría los pasos del Diego pero no. En una charla para chicos que sueñan con ser futbolistas profesionales dice: “Le agradezco a Dios por todo lo que le dio a él”. Doce palabras que hablan más que mil imágenes.

En algún momento, vemos imágenes borrosas de Los Cebollitas en acción. Diego no sólo era un pequeño genio: ya tenía esa cierta forma -que luego le conoceríamos- de inflar el pecho, de alzar el mentón, de amagar con llevarse el mundo por delante. Goyo, Goyito, no. Su destino sería convertirse en el negativo del otro, nada menos que de Diego Maradona.