El otro lado del éxito

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Una combinación de clasicismo y modernismo

Olivier Assayas (1955) es un realizador francés a quien se le reconocen más de quince títulos de películas como director, pero inició su carrera primero como guionista y también como crítico de cine, oficios que se complementan con estudios de arte y literatura en su juventud.

Assayas es lo que se dice un intelectual que parece filmar por el gusto de satisfacer algunos deseos personales y no tanto por encargo, una cuestión que para los profesionales es un dato significativo.

Clouds of Sils Maria, la película que escribió para Juliette Binoche, su protagonista, surgió, dice, de un llamado de ella quien le propuso hacer algo “en serio”. Ambos, Assayas y Binoche, tienen un pasado en común, pues el francés fue el guionista de “Apasionados” (1985), el film de André Téchiné que consagró a la actriz y a él le permitió hacerse conocer y debutar como realizador al año siguiente.

Son cosas del mundo del cine, que, como se sabe, es una gran familia donde todos se conocen y si bien compiten por los favores del público, también comparten anécdotas, preocupaciones y gustos, así como todos se sienten herederos de los grandes maestros de todos los tiempos.

En Clouds of Sils Maria, Assayas cuenta la historia de una actriz consagrada, Maria Enders (Binoche), que si bien goza de las mieles del éxito, atraviesa por un período crítico: su carrera ha llegado a una meseta, en donde la edad parece ser el obstáculo insalvable, y afronta un divorcio conflictivo. Sin hijos, Maria se replantea cómo encarar su trabajo de ahora en más, mientras es seducida por un curioso desafío.

Un reconocido autor teatral, Wilhelm Melchior, a quien ella considera su maestro, le ha solicitado que asista a un homenaje que le harán en la ciudad Suiza de Sils Maria. La actriz comenzó su carrera a los dieciocho años interpretando un personaje en una obra de teatro precisamente escrita por Melchior, y entre ellos surgió una amistad que se ha mantenido por más de veinte años, relación afectiva que incluye también a la esposa del dramaturgo, Rosa.

Enders está en viaje a Sils Maria, en compañía de su asistente personal, la joven Valentine (Kristen Stewart), quien le filtra los mensajes, le controla la agenda y también le sirve de partenaire al momento de estudiar el guión del próximo film, que se trata, ni más ni menos, que de una versión para el cine de aquella obra con la que debutó siendo joven, solamente que ahora le proponen hacer otro personaje, una mujer mayor.

La película de Assayas es un caleidoscópico juego de espejos, en el que la ficción y la realidad se entremezclan permanentemente, y se van enlazando historias en una trama compleja, donde las protagonistas son las emociones y trata de mostrar cómo el mundo del arte, la cultura y el espectáculo se nutre de ellas, para bien o para mal, generando pasiones, conflictos y dramas que nacen entre bambalinas y se retroalimentan de un modo que tiende a borrar los límites entre la vida pública y la privada.

La mayor parte del tiempo, el film transcurre en la ciudad suiza, un lugar turístico en los Alpes, de referencia para los intelectuales europeos porque fue frecuentado por grandes figuras como Nietzche, Hesse, Jung y Thomas Mann, entre otros.

Con ese trasfondo que remite a la cultura germana como gran referencia para todos los europeos, Maria Enders vive una crisis personal que pone en cuestión varios aspectos, ya que no solamente tiene que enfrentarse a las consecuencias del paso del tiempo sino también a las nuevas generaciones que vienen abriéndose paso en un escenario en el que ella logró ocupar un lugar destacado pero que hoy, muy probablemente, tenga que dar un paso al costado y encontrar nuevas maneras de sobrevivir, en un mercado que tiende a mezclar los géneros con una irreverencia impensada años atrás.

El film es una combinación de clasicismo y modernismo, en el que la Binoche se destaca como la gran figura, el paisaje pone un marco imponente de belleza natural y en apariencia perenne, y los conflictos humanos tienden a reeditarse en dramas que se repiten y donde los que cambian son los actores.

El resultado es una película interesante, elegante y de buen gusto, que invita a pensar en diversos asuntos, pero sobre todo en la relación siempre compleja entre arte y vida.