El otro hermano

Crítica de Marianela Santillán - Proyector Fantasma

Sin lugar para los débiles
El Otro Hermano, marca el regreso a la gran pantalla de Israel Adrián Caetano, cuya último trabajo como realizador había sido con el film Mala, allá por el 2013.

Aquí, Caetano nos introduce en Lapachito, un pequeño y olvidado pueblo de Chaco al que el joven Cetarti (Daniel Hendler) llega, con motivo del fallecimiento -asesinato- de su madre y su hermano. Si bien se trata de un momento duro, este personaje no ha tenido relación por muchísimos años con ninguna de las víctimas, por lo que a priori, pareciera no verse emocionalmente afectado.

Al llegar al pueblo Cetarti conoce a Duarte (encarnado magistralmente por Leonardo Sbaraglia), un ex militar, suerte de amigo del también fallecido marido de su madre. Duarte rápidamente explica al joven que puede ayudarlo a cobrar un seguro de vida de su madre, además de alguna pensión, por lo que establecen un acuerdo, donde el segundo deberá, a modo de agradecimiento, participar de situaciones ilegales, por el sólo afán de cobrar el dinero -que necesita para poder continuar viaje a Brasil-.

A partir de ese momento, luego de aceptar las condiciones de los negociados turbios que Duarte maneja, Cetarti comienza a conocer a distintos habitantes, que al igual que él, poco a poco han quedado atrapados en esta pesadilla del pueblo podrido, del lugar sin ley y han quedado a merced de esa supuesta figura de autoridad que Duarte encarna.

Una cuestión interesante en El Otro Hermano es que todos los personajes ocultan algo y todos, a partir de sus historias no dichas, tratan de escapar de algo, buscan algo que los libere de tanta monstruosidad, que en algún punto ya es moneda corriente.

Con El Otro Hermano, Caetano retrata, en clave de policial negro, un mundo sórdido dentro de ese pueblo fantasma, a la vez que presenta a una serie de personajes sin rumbo, que de una forma u otra terminan siendo secuaces del detestable Duarte. Además, el film va aumentando su intensidad, mientras nos invita a pensar cuán cruel, manipuladora o ambiciosa puede llegar a ser una persona.