El origen de los guardianes

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Me lo dijo la Luna…

Recientemente en la cartelera porteña hemos tenido una verdadera andanada de productos hollywoodenses de animación que deslumbraron desde el punto de vista estético pero que no llegaron a despertar un mínimo interés estándar en el apartado del contenido, esa “bifurcación” abstracta que suele implicar un padecimiento y/ o oportunidad para la obra en cuestión, léase la disyuntiva de los recovecos de la memoria o el panteón del olvido. Buscando a conciencia esta desarticulación entre campos que deberían ir hermanados, el cúmulo de películas infantiles de los últimos tiempos provoca más indiferencia que tedio.

Ponderando a rajatabla los sinsabores del camino trazado por films como ParaNorman (2012), Hotel Transylvania (2012), Valiente (Brave, 2012) y La Era de Hielo 4 (Ice Age: Continental Drift, 2012), El Origen de los Guardianes (Rise of the Guardians, 2012) funciona principalmente como un combo muy heterogéneo en términos formales -destinado al público ATP- que aglutina elementos varios del cine de acción, las comedias familiares y la fantasía épica. Aquí en especial descolla la excelente utilización que el director Peter Ramsey y su equipo técnico hacen de la tecnología 3D, con escenas planeadas al dedillo.

La trama explota determinados personajes infantiles que tienen una gran penetración en el imaginario anglosajón (si bien en la periferia conocemos de sobra a algunos de ellos porque poseen alcance mundial, el resto pertenece casi exclusivamente al hemisferio norte). Así las cosas, este refrito de La Liga de la Justicia/ Los Vengadores propone un escuadrón de “superhéroes populares con regalos incluidos” compuesto por Santa Claus, el Conejo de Pascua (Easter Bunny), el Hada de los Dientes (Tooth Fairy) y Sandman, otra encarnación mítica que en este caso garantiza “dulces sueños” arrojando arena en los ojos de los niños.

En medio de toda esta ensalada encontramos a Jack Frost, aquel encargado de abrir las puertas del invierno hoy devenido en el carilindo incomprendido de turno, y al “Cuco”, Bogeyman para los estadounidenses, ese villano amorfo que desea arruinar la vida de los pequeñines para que “jamás lo olviden”. Resulta obvio que el guión de David Lindsay-Abaire, a partir de un par de trabajos de William Joyce, no se destaca por su originalidad ni pretende ser más que lo que es, una excusa para el despliegue visual. No importa que los “guardianes” sean elegidos por la Luna, sólo perdura la pompa sensorial de la industria…