El ocaso de un asesino

Crítica de Sebastián Nuñez - Leer Cine

EL ASESINO EN SU LABERINTO

Luego de su festejada primera película –Control- el director holandés se embarca en un particular relato policial centrado en la figura de un asesino profesional que intenta dejar atrás su pasado para empezar una nueva vida. La película, llena de aciertos y aspectos interesantes, se ve en última instancia afectada por un final que entra en contradicción con todo lo que había construido.

Los primeros minutos, en un frío, blanquísimo y aislado pueblo de Suecia, vemos dos escenas que son principalmente introductorias, y que sirven para presentar al personaje principal (el asesino que encarna George Clooney) y también para dar inicio a la trama que se desarrollará en toda la película. En primera instancia, vemos en el interior cálido de una cabaña, al protagonista junto a una bella y desnuda mujer. El clima allí es tranquilo, relajado; la atmósfera exacta que se genera entre dos personas que acaban de compartir su intimidad y a las que nada exterior parece afectar. Luego salen de la cabaña para encontrarse con el frío panorama exterior. Mientras caminan por la nieve, notan unas huellas, lo que despierta inquietud en el hombre. Al instante se escuchan disparos, por lo que deben refugiarse tras unas piedras. Allí, el protagonista saca un arma y mata a quien les estaba disparando. Luego, sin dudarlo, con una frialdad atroz, se deshace también de la mujer con la que minutos antes habíamos visto en la cabaña. A partir de estos acontecimientos, por la inseguridad que le genera el hecho de que hayan atentado contra él, es que el protagonista (que usa los nombres de Jack y Edward) terminará refugiado en un pueblo de Italia, con la supuesta ayuda de otro hombre, encargado de asignarle los trabajos y brindarle seguridad.
Pero en esos minutos iniciales –que suceden antes de los títulos- no sólo asistimos al comienzo de la excusa argumental del film, sino que también vemos allí todo un despliegue de elementos que signan el destino del protagonista, que anticipan la relación que éste mantiene con el mundo y que determinan –una vez puestos en simetría junto a escenas posteriores- la evolución o no de este personaje en cuanto a su posición ética, moral, o religiosa.
Como decíamos, el protagonista debe refugiarse debido al incidente ocurrido en Suecia, por lo que su “superior” le facilita un auto y otros útiles para que se oculte en un pequeño pueblo de la zona de Abruzzo. Solitario y desconfiado, decide cambiar de idea y en lugar de ir al pueblo indicado, toma camino hacia otro: Castel del Monte. Allí se hace pasar por fotógrafo y se contacta con su superior, quien le asigna un nuevo trabajo: fabricar una sofisticada arma de fuego para una inquietante mujer –asesina profesional igual que él- que lo visitará en tres ocasiones en las tierras italianas. Y, lo más importante: entabla relación con el cura del pueblo (Paolo Bonacelli), y con una bella prostituta, llamada Clara (Violante Placido). Si no nos equivocamos, la cuestión central del film es la dualidad que se plantea a través de lo que representan estas dos relaciones. Ambas constituyen una posible salida para el laberinto sórdido y violento – y que parece haber agotado su ser- en el que vive Jack/Edward. El sacerdote, con sus constantes charlas, le ofrece la salvación trascendental, acercarse al Cielo; mientras que Clara, una vez superada la etapa de cliente-prostituta, se constituye como la salida terrenal, esto es: la posibilidad de empezar una nueva vida en compañía. Ambos casos (que no deberían ser necesariamente contradictorios) son posibilidades para salirse de su laberíntica existencia. Si nos referimos a esta figura tan simbólica (la del laberinto, claro está) es porque la puesta en escena misma nos lleva a ello. Las características de Castel del Monte, sus intrincadas calles, la angostura de las mismas, etc. son el correlato visual perfecto de esa situación del personaje que parece estar atrapado sin encontrar la salida. Y algo más: ese laberinto es creado por él mismo, por sus acciones y decisiones. La película nos lo muestra con un par de resoluciones ejemplares. Por un lado, por medio de algo que ya hemos citado antes: el hecho de que Jack/Edward, por propia voluntad, decide ir a ese pueblo específico; y por otro, con la constante paranoia y desconfianza con la que vive. Casi nunca lo vemos tranquilo, sino que su postura es siempre tensa debido al estado de permanente alerta en el que vive. A su vez, la expresión de su rostro lo muestra angustiado frente a esa situación. Todo esto son objetivaciones, expresiones simbólicas del encierro en el que vive el personaje, y al que él mismo se arroja. Algo más al respecto: gran parte de las acciones se enfocan en el delicado trabajo que Jack/Edward lleva adelante para fabricar el fusil que le encomendaron (aunque decir fabricar no es justo, ya que la fina labor artesanal, la delicadeza y la precisión con la que finalmente consigue un objeto de características únicas, nada tiene que ver con la fabricación industrial). Esto, lejos de ser una mera pérdida de tiempo narrativa, nos muestra cómo todas las capacidades propias del personaje terminan reafirmando ese laberinto, ya que hacia el final veremos que el fin exclusivo del arma es ser utilizada –circularmente- en su contra.
Como decíamos antes, a Jack/Edward se le presentan dos posibles salidas, encarnadas por las dos personas con las que es capaz de establecer una relación más o menos confiable. La ofrecida por el Padre Benedetto es finalmente rechazada por el protagonista en una escena excelentemente resuelta, que transcurre casi en penumbras mientras el sacerdote le ofrece escuchar su confesión; ante la negativa del protagonista, que a su vez da a conocer que sabe que el cura tiene un hijo, Benedetto termina confesando él mismo sus pecados para luego hablar de verdadero arrepentimiento, y de las posibilidades de redención, y de tener amor. Esto último para Jack/Edward, a diferencia de lo propuesto por el cura, que por supuesto incluye a Dios, sólo puede ser interpretado de manera terrenal: para él la salvación es Clara, a quien –superando la desconfianza inicial- le propone escapar juntos. Es la mujer la posibilidad de empezar una nueva vida en este mundo, dejar atrás la soledad y hacer de su existencia algo distinto. Esta elección es remarcada cuando Jack/Edward se encuentra con Clara en una procesión, y mientras todos los asistentes están de frente hacia la figura de la Virgen que es llevada por las calles del pueblo, él se pone de espaldas y mirando a Clara para proponerle irse juntos. Es en este preciso momento en el que el laberinto parece volver a cerrarse, cuando en medio de la propuesta irrumpe un disparo (o dos), justamente proveniente del arma diseñada por Jack/Edward.
Como puede apreciarse, hay un muy buen trabajo del director Corbijn en cuanto que ofrece toda una interpretación simbólica a partir de la puesta en escena, que, para dar otro ejemplo, en esta secuencia citada nos hace pensar en su par inicial ya que la disposición en cuadro de los personajes nos remite a ella. Arriba a la derecha se encuentra quien dispara al protagonista, mientras que abajo y hacia la izquierda se encuentra el protagonista con una mujer. La diferencia radica en las acciones del personaje de Clooney, que en principio, luego de librarse del asesino, lo hacía también de la mujer que lo acompañaba, mientras que ahora –buscando dejar atrás su modo de vida- la protege. Hay un cambio en el comportamiento ético del personaje, impulsado por una necesidad de salvación que él sólo entiende posible a través de su amor por Clara. Sin embargo, no le será suficiente.
Se hace imprescindible aquí hacer referencia a la resolución final del film. Luego de asesinar a la mujer que atentó contra su vida durante la procesión, y de hacer lo mismo con su superior (quien al final de cuentas era su oculto enemigo), Jack/Edward, herido de bala, se lanza a buscar a Clara, a quien le había dicho de encontrarse en un secreto lugar, que no es más que un rincón de un bosque, al lado del un río. Ese lugar, al que en principio había elegido como sitio de prueba para el arma que debía entregar, parece ser descubierto sólo por él y representa de alguna manera un paraíso terrenal hecho por y para él. Así se lo dice Clara cuando llega allí por primera vez. Por supuesto que es un paraíso imperfecto, una falsa salida del laberinto, y que está manchado por la violencia (los pecados o el pasado, según se prefiera entender) de Jack/Edward; como prueba tenemos el momento en el que Clara pisa, dentro del río, el capuchón de una bala utilizada por el asesino profesional en una de sus pruebas. Y es un lugar en el que debido a la paranoia y desconfianza a la que ya nos habíamos referido, ni siquiera puede disfrutar de su relación con la mujer de la que se ha enamorado. Es entonces hacia este mismo lugar que se dirige con su último aliento, para encontrar allí, en su imperfecto paraíso terrenal, a la mujer amada. Sin embargo, al llegar, muere. Lo que él había elegido como salida, no fue tal, y termina encerrado en su laberinto. La historia de este film es la de una imposibilidad. La del protagonista que no logra concretar lo que él había entendido como posible redención terrena, y que había elegido por sobre la redención eterna.
Queda el plano final. Un plano grosero y cursi, que involucra un paneo hacia arriba y la imagen de una mariposa volando, también hacia arriba. Este insecto no puede más que ser asociado a la figura del protagonista –entre otras cosas porque tiene tatuada una en su espalda, y porque Clara lo llama Sr. farfalla- y el hecho de que aparezca inmediatamente después de su muerte no hace más que indicar que se trata de su alma que asciende, junto a la cámara. Todo esto entra en total contradicción con lo que el film había expuesto en su desarrollo. En primer lugar porque, como hemos dicho ya, la elección de Jack/Edward involucra sólo lo terrenal, en rechazo de toda posibilidad de salvación según lo entiende la religión, de la cual descree. Si esto es así, ¿por qué ese paneo ascendente y la mariposa volando hacia arriba? Tal vez el director decidió él mismo salvar el alma de su personaje, contradiciendo todo lo que había planteado anteriormente. Hay aquí, por lo menos, falta de rigor. La salvación, o la salida, que buscó el personaje nunca fue hacia arriba (en lo trascendental y hacia Dios), sino hacia adelante (en el plano histórico-terrenal y por medio de Clara), y que su busca haya resultado un fracaso no significa que el director deba compensarlo ofreciéndole la primera de las opciones, que por haber sido rechazada ya resulta imposible.
No se tata de juzgar por nosotros mismos al personaje y sus decisiones, sino de referirnos a las decisiones estéticas del director, muy interesantes y ricas en casi toda la película, pero totalmente desacertadas -por contradictorias con respecto a la totalidad del film- en el final.