El ocaso de un asesino

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Nadie sale vivo de aquí

En su primera incursión hollywoodense luedo de su aclamado debut con Control -la notable biopic sobre Ian Curtis, líder de la banda Joy Division-, el prestigioso fotógrafo y documentalista holandés Anton Corbijn (figura clave de la escena rock de las últimas dos décadas) construye una suerte de neo noir climático, minimalista, enigmático y existencialista al servicio de George Clooney, en el papel de un asesino a sueldo que se esconde (o trata de hacerlo) en un pequeño y encantador pueblo del Abruzzo italiano.

El resultado, sin ser decepcionante (es un film con unos cuantos valores y hallazgos), tampoco es del todo convincente. La película -que no es "independiente" pero que definitivamente pretende no parecer mainstream- se arriesga bastante al trabajar los puntos muertos, el "mientras tanto" de un killer que debe "perder el tiempo", esperar hasta que se concrete un nuevo encargo. Así, tras una sangrienta apertura ambientada en la nevada Suecia, la narración se trasladará a la soleada Italia.

La apuesta tiene algo de The Limits of Control, de Jim Jarmusch, pero no llega a la experimentación casi radical de aquella propuesta sino que termina cediendo a un romanticismo demasiado torpe y previsible, que incluso coquetea con el lugar común cuando ese solitario imposibilitado de establecerse en un lugar y menos aún de comprometerse emocionalmente se enamora de una bellísima prostituta del lugar (Violante Placido), que está dispuesta a dejar todo por él (al fin de cuentas es George Clooney).

Corbijn es un hábil narrador, un buen creador de atmósferas y un exquisito del encuadre y del tratamiento de la imagen (a veces, al borde del regodeo, de un preciosismo exhibicionista). En este caso, por suerte, evita caer en el pintoresquismo (y hay un procesión religiosa que tenía todo para eso), pero el film se queda a mitad de camino entre la exploración de las contradicciones íntimas de un asesino profesional (no funciona en ese sentido la relación con el párroco del pueblo), la inevitabilidad trágica del noir y las convenciones más transitadas del cine de género. No está mal, pero de la dupla Corbijn-Clooney podía esperarse algo mejor.