El nuevísimo testamento

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Allá por 1995 un nuevo clásico del soft rock de la mano de Joan Osbourne nos preguntaba ¿Y si Dios fuese uno de nosotros?
Figura imposible de definir, Dios ¿Cómo retratarlo? ¿Cómo recrearlo? Existen abordajes de todo tipo, sin ir más lejos un Dios terrenal pudo verse en la comedia de 2003 Todopoderoso. El Nuevísimo Testamento se hace el mismo planteo, también dentro de la comedia, pero desde una perspectiva muy diferente al film de Tom Shadyac con Jim Carrey.
El belga Jaco Van Dormael no es un realizador con una carrera prolífica en sus más de veinticinco años de trayectoria. Pero se podría decir tranquilamente que cada uno de sus films es memorable y ampliamente celebrado.
Con su nuevo opus, el realizador de Toto Le Heros y El Octavo Día, lo hace de nuevo; no estamos frente a un film que pase desapercibido.
Sí, Dios (Benoît Poelvoorde) vive entre nosotros, maneja todo desde una computadora y lejos de parecer esa figura enorme, tiene una familia con la que vive en un departamento de Bruselas.
La relación con la familia es algo compleja. Su mujer, de la que no sabemos su nombre (Yolande Moreau) se sumerje en la pasión por béisbol para eludir el trato al que es llevada por su marido.
Tiene a su hijo Jesús (David Murgia), pero también tiene una hija Ea (Pili Groyne), problemática, rebelde, y el centro del problema.
Desilusionada con la labor de su padre, Ea decide tomar cartas en el asunto, e informa a toda la población la fecha de su muerte; tras lo cual, emprende fuga.
Dios deberá salir en busca de su hija, que está congregando a sus propios apóstoles. En el medio, será “el creador” quien se dé la cara contra el piso frente a lo que él mismo creo defectuoso por puro divertimento.
Prolija desde lo técnico, con un desarrollo argumental que no se puede adelantar demasiado, pero termina siendo más sencillo de lo que parece por su premisa. Van Dormael arma su relato en base a un juego de capas sobre capas, llena de ironía y negrura, que puede dejar a algún espectador afuera.
El conjunto de interpretaciones acepta el juego y se luce, y hasta allí podremos ver a Catherine Deneuve. Lógicamente, quien brilla es Poelvoorde, con una actuación compradora.
Hay algo de lirismo y no siempre se captará todo lo que sucede sino se tiene una base previa; muchos gags juegan el hilo de la actualidad tamizada por la religión. Nada que haga que aun no comprendiéndose en su totalidad pueda disfrutarse, y si se adentra en un 100% al juego el placer cinematográfico estará asegurado.
El director de Mr Nobody realiza una apuesta fuerte al combinar una temática arriesgada con un tratamiento más coloquial, y el resultado nos hace acordar por momentos a los celebrados Monty Python aun en un tono más relajado y cercano a la comedia europea/francesa.
¿Qué pasaría si Dios fuese uno más? ¿Un extraño en el bar? El Dios de Van Dormael sí que es imperfecto, y eso en parte nos hace sentir mejor a nosotros mismos.