El nombre

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Un secreto no es caída

Un detalle es la chispa y de la nada se desata el desastre. Ocurre en la familia, entre amigos, durante una velada que se planteaba apacible y termina en revelaciones sorprendentes. En la línea de obras de teatro como Art o El dios salvaje, de Jasmina Reza, El nombre pasa del teatro a la pantalla, con una comodidad que va ganando de a poco.

Los autores Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière también dirigen la película. Como en las obras citadas, la acción se desarrolla en un espacio único: el departamento de Pierre y Élisabeth, donde dos parejas y un amigo en común se encuentran para cenar. Unos pocos flashbacks y apuntes que aluden a hechos anteriores son los destellos del afuera, en medio de la conversación.

Al comienzo, la voz en off se ocupa de situar al espectador en la trama de relaciones de los personajes, con una rápida descripción física y emocional, salpicada de humor. Todo indica que la comedia tendrá ese tono. Cesa la voz y los personajes inician la travesía por las emociones que desata un simple detalle.

Vincent será papá. Antes de que llegue su esposa Anna, adelanta el nombre del niño. Los dueños de casa (la hermana y su esposo) expresan desagrado y fuerte oposición frente al nombre. Claude, el amigo, no está de acuerdo pero calla. Llega Anna y la cosa se complica.

La película comienza a media máquina, un acierto del libro que dosifica la acción, hasta que las reacciones estallan, desmesuradas con respecto al tema, y las argumentaciones ocupan el centro de la escena.

El nombre cobra intensidad y vuelo gracias a los actores estupendos que se columpian en las palabras, casi sin moverse, aparentando dominio de sí. Patrick Bruel (Vincent), Valérie Benguigui (Élisabeth), Charles Berling (Pierre), Judith El Zein (Anna) y Guillaume de Tonquedec (Claude) protagonizan momentos incómodos mientras confiesan secretos de años, respaldados por la técnica teatral y la cámara, que los acompaña en los sucesivos monólogos.

"Nadie cuenta todo", dice Pierre, el profesor que hace de la argumentación una forma de vida. El malentendido se magnifica y cada uno, a su turno, se convierte en el blanco de acusaciones e ironías. Si la neutralidad no existe, como gritan a Claude, el músico suizo que no entra en los forcejeos de la semántica, nombrar es expresar una visión del mundo. Parece mucho, y lo es.