El niño

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Algo más que un muñeco
Los antecedentes cinematográficos del director William Brent Bell no eran muy alentadores -que digamos- para tenerle algo de fe a esta nueva apuesta del género de terror, bajo la modalidad casa lúgubre, muñeco maldito pero con rostro de niño e incauta en apuros con pasado tortuoso. Todos esos condimentos se sirven en el plato principal y forman parte del pequeño universo de El niño (The boy -2016-), film que pretende salirse del eje convencional con algunas vueltas de tuerca que, a decir verdad, no sorprenden a nadie.

La primera mitad del relato trata de introducir el código y el verosímil al plantear la extraña relación entre los habitantes de una casa grande con Bhrams -el muñeco de tamaño real de un niño de unos siete años-, que quedará al cuidado de una joven proveniente de Estados Unidos, Greta Evans -Laura Cohan, Maggie en The Walking Dead- sorprendida por el hallazgo de la extraña vinculación entre sus empleadores y el muñeco.

Un tercero, Malcom -Rupert Evans, agente del FBI en Hellboy- proveedor de alimentos para la familia, les sigue la corriente y Greta comprende que ese debe ser el camino para no despertar suspicacias ni herir susceptibilidades. La adaptación no tarda en producirse, salvo por pequeñas situaciones que llaman profundamente la atención de la cuidadora y que realmente la perturban en su nuevo rol, mucho más acentuada cuando queda sola tras la partida de los dueños.

Durante gran parte del relato, la idea del director de Con el diablo adentro (The devil inside -2012-) apela al golpe de efecto con sutiles enrarecimientos en la atmósfera, como por ejemplo el movimiento -fuera de campo- del muñeco en sintonía con la idea de posesión tan utilizada en el cine de terror y además haciendo hincapié en la casa y su posible maldición preexistente.

Sin embargo, a esta básica premisa se le suma los datos que van llegando a cuentagotas y que relacionan al muñeco con un niño desaparecido en una tragedia. Indicio fotográfico mediante, la muchacha hará las veces de detective improvisada, a la vez que su relación con Bhrams se va modificando a niveles de empatía por un sufrimiento compartido.

Así las cosas, el desfile de lugares comunes y sustos premeditados no tarda en llegar y en ese instante la propuesta que contaba con cierta ambigüedad, y esa característica sostenida que la apartaba del convencionalismo, termina por disolverse y repetirse hasta el hartazgo.

El niño genera en el espectador la sensación dispar de que estamos frente a una película que no supo narrar una historia distinta y no aprovechó el tono ni el interesante coctel entre terror y drama, fórmula que pudo haber resultado beneficiosa en términos generales.