El niño y la bestia

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Amigos son los amigos

Las películas de aprendizaje y crecimiento suelen tener un tono similar, en el que se ponen en primer plano las asimetrías entre maestro y discípulo. "El niño y la bestia" apunta en otra dirección, y ese es uno de los aciertos de este filme del reconocido director Mamoru Hosada que tuvo el privilegio de haber sido la primera película animada que participó del festival de San Sebastián.

   "El niño y la bestia" no solo tiene la originalidad de poner casi en el mismo plano de igualdad a los dos protagonistas, sino que suma varios puntos más a partir de un argumento simple pero dramático, con grandes dosis de acción y fantasía, y que se desarrolla entre mundos paralelos. Todo comienza con Ren, un chico a quien se le muere su madre. Luego del posterior abandono de su padre, Ren deambula perdido y hosco por las calles de uno de los barrios de Tokio.

   En eso está hasta que atraviesa un portal que lo lleva al mundo antropomorfo de de las Bestias que cambiará su vida. Allí conocerá a Kumatetsu, otro ser impulsivo y malhumorado que lo tomará como aprendiz. Lo que parecía imposible sucede, y allí vuelve a acertar el director, al desbalancear el equilibrio y mostrar que el aprendizaje es una tarea compartida, con sensibilidad, pero sin sensiblería.