El niño y la bestia

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - Tiempo de Pochoclos

Este jueves se estrena la película animada de Mamoru Hosoda. Con una propuesta visual interesante en torno a la oscuridad del alma, la historia reflexiona sobre el contraste entre el humano y la bestia.

El filme se enfoca en los intentos de una bestia llamada Kaede por formar a un protegido humano, Kyuta. De tal forma resulta divertido y por momentos interesante, notar cómo se desenvuelve la trama en relación a conflictos como la educación, los modales y los deberes. La película muestra a las bestias como humanos con un nivel de desarrollo mayor puesto que no están entregados al consumismo exacerbado. El mundo de las bestias ahonda en ideas como la oscuridad y el vacío del alma antepuestas al amor. De esta manera, el guión tropieza ciertos niveles de cursilería, pero no sin antes tocar el fondo de un desprecio por el entorno de Kyuta, que sólo se compensa con quienes ama y lo aman. Entonces, es acá donde la cuestión se vuelve fascinante porque reconoce que es el amor lo que nos forma y lo que nos sostiene.

De todos modos, la agudeza de la película recae sobre el vacío del corazón en Kyuta, el cual emociona y brinda momentos genuinos. Los personajes de por sí son interesantes, sobre todo los dos principales debido a que tienen una relación torpe, donde son visibles sus propias soledades y los conflictos con los que crecieron, pero esto no impide que se acompañen y terminen queriéndose. También, la referencia ladeada a Moby Dick de Herman Melville es valiosa porque habla de una lucha interior que espejea con el entorno de los personajes. En cuanto a los secundarios, adquieren su relevancia una vez que vemos lo valiosos que han sido para Kyuta y detallamos en perspectiva el rol de cada uno de ellos en la formación de la paciencia, la picardía y la inteligencia por aplicar en cada situación.

Asimismo, el guión no pierde la oportunidad de mostrar escenas de pelea y de formar a Kyuta para el combate, cuyo proceso es lento ya que es él quien aprende y no tanto Kaede, quien logra enseñarle. Así, se convierte en otra de las aristas interesantes de la película: la capacidad del aprendiz, no de superar al maestro, sino de enseñarle a éste cómo cuidar sus movimientos. En este sentido, las escenas de pelea están coreografiadas con agilidad.

Por su lado, la música acompaña las escenas brindándoles un tono dramático o más festivo sin destacar del resto de los elementos. Se observa que hay cierto uso de imágenes computarizadas para algunos planos generales donde la ‘cámara’ se mueve rápidamente por el espacio, pero nada que entorpezca la imagen, sino más bien le brinda otra textura.

Finalmente, hay planos impresionantes por la poesía que exudan como la ilusión de la ballena azul en medio de la ciudad, que recuerda a una escena similar en medio del océano en Life of Pi (2011) de Ang Lee. Se refieren a imágenes que enriquecen la película aunque ésta no termine de cuajar por cierta cursilería matizada por la sabiduría de los personajes secundarios.