El niño y la bestia

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Maestro y discípulo contra la oscuridad

El camino del conocimiento, tanto de cada individuo como del mundo que lo rodea, es un tema común en el cine que apunta al público familiar. En El niño y la bestia está representado a través de la relación maestro-discípulo, algo que también suele repetirse en este tipo de películas, desde Star Wars y Karate Kid hasta Kung Fu Panda.

Basándose en leyendas japonesas y chinas, el director y guionista Mamoru Hosoda cuenta en este film la historia de Ren, un chico que se queda solo tras la muerte de su madre y la ausencia de su padre. El chico no quiere quedarse con los adultos que tienen su custodia y se escapa por las calles de una bulliciosa ciudad japonesa de la actualidad. Al esconderse en un pasadizo muy angosto, Ren descubre la entrada a la ciudad de las bestias, que tienen su mundo aparte lejos de los humanos. Ahí es donde conoce a Kumatetsu, una bestia muy fuerte, que es un muy buen luchador, pero desordenado, malhumorado e incapaz de conseguir un discípulo que lo soporte. A pesar de que se llevan muy mal, el chico y la bestia logran establecer una relación de mentor y alumno, de la que ambos salen fortalecidos y mejorados.

Los trazos básicos de la historia de El niño y la bestia no salen de lo común, pero lo que la distingue son los detalles que le dan una dimensión espiritual. Lo central en la película, más allá de la aventura y las escenas de entrenamiento, es la transformación interna profunda de ambos protagonistas y de los otros personajes que los rodean. Esa evolución se da siempre gracias al intercambio con otro, por compartir lo que cada uno sabe, borrando la verticalidad en la relación entre maestro y discípulo.

La lucha de los humanos contra la propia oscuridad interna es otro de los grandes temas de la película y se completa con una referencia a Moby Dick, a la que se le debe una de las secuencias más impactantes en lo que se refiere a la estética del film. Todas estas enseñanzas no están presentadas de forma sutil y, sin embargo, eso no resulta molesto. El niño y la bestia se disfruta porque los temas que trata están enmarcados en un historia tierna y divertida, contada con una impecable animación de estilo japonés clásico, aggiornado con técnicas modernas.