El nacional

Crítica de Cristian A. Mangini - Funcinema

ENTRE MUROS Y PIZARRONES

El Colegio Nacional de Buenos Aires es probablemente una de las instituciones educativas más icónicas del territorio nacional. Más allá de denotar el ombliguismo capitalino (del que bien se mofaría un alumno que no egresó de ese colegio como Ezequiel Martinez Estrada), es innegable su relevancia histórica. Por sus claustros pasaron figuras fundacionales de la Nación como la conocemos, entre políticos, economistas, intelectuales, artistas y músicos que marcaron nuestra identidad, con todos sus defectos y virtudes. El Nacional -como se lo suele llamar vulgarmente o con cariño- es un sólido documental de Alejandro Hartmann que retrata a esta institución sin un rigor historicista, sino más bien aproximándose al espíritu de esa enorme estructura de piedra: los alumnos, los profesores y las dinámicas de poder propias de una coyuntura.

Fragmentado en cuatro partes, el documental toma un periodo de transiciones y cambios en la institución, tanto en el centro de estudiantes como en la rectoría y su riqueza se construye del mosaico de discusiones, disidencias y encuentros que se van dando y definen al espíritu del Colegio Nacional de Buenos Aires. Entre los segmentos más acalorados que definen la importancia de una formación crítica y política diversa también asoman pequeños momentos de nostalgia que denotan el cariño hacia ese espacio educativo: un ex alumno que tuvo una larga trayectoria como músico de orquestas filarmónicas encuentra e identifica ese espacio donde creció de niño, cuando aún el instituto no estaba finalizado; el trabajo de archivo muestra el trabajo de jóvenes comunicadores en distintas etapas del colegio, poniendo el ojo en coyunturas y opiniones que contrastan con las de hoy en día. Y entre los testimonios y experiencias asoma en un silencio contemplativo la fachada, los claustros, los pasillos silenciosos como los bustos históricos que muestran un esqueleto arqueológico y misterioso despojado de su corazón, sus residentes.

El acierto de Hartmann está en invisibilizar su presencia en momentos que son pequeñas joyas: la charla formal entre un periodista para un noticiero y la encargada de la toma del colegio se vuelve mucho más desestructurada una vez se apagan las cámaras. Un grupo de chicas estalla en llanto en una sesión al denunciar el acoso que sufrieron y solicitan una educación más inclusiva que dé lugar a la ESI. Luego de una toma unos chicos juegan a la pelota esperando que las cámaras de noticieros se apaguen. Un grupo de profesores denuncian la demagogia con la que se maneja el rector hacia los chicos. El film del experimentado director está lleno de estos momentos que le dan vida a esa estructura colosal de túneles por donde supo transitar Juan Manuel de Rosas, transpirando vida a través de sus experiencias y renovaciones.