El muñeco diabólico

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Chucky vuelve a la gran pantalla para recuperar el terreno que perdió en todos estos años. Una re-interpretación adaptada a los tiempos modernos y a la coyuntura actual, demuestran que las remakes pueden ser positivas siempre que se permitan cambiar ciertos factores.

La ola masiva de las remakes vuelve a hacerse presente en otro de los grandes íconos de la cultura popular. Ésta vez dentro de un género que suele tener reinicios y continuaciones exageradas dentro de su génesis, el slasher. Múltiples son las secuelas que tienen obras de éste estilo: Scream (1996), A Nightmare on Elm Street (1984), Friday the 13th (1980), Halloween (1978), pero en esta oportunidad al que le toca volver a empezar es a Chucky, un personaje que vio la luz por primera vez en Child’s Play (1988) y que cuenta con seis secuelas de su obra original. Dentro de ellas y alternando más malas que buenas, la construcción casi mitológica y de culto que se creo en base a Chucky supo posicionarlo como uno de los personajes emblema del género y del cine en general desde aquella película del ’88. Para quienes no sepan absolutamente nada de este personaje, su definición no es para nada compleja, ya que el simpático Chucky es ni más ni menos que la conjunción del alma de un homicida en serie dentro del cuerpo de un muñeco de plástico. ¿Su misión? Lograr colocar su alma en el cuerpo de otra persona para poder dejar ese recipiente de plástico en el que se encuentra momentáneamente. A lo largo de las siete películas que componen la saga original, el nivel de la trama fue decayendo película a película teniendo su peor exponente en el 2004 con la infame Seed of Chucky (2004). Diez años después, Chucky volvería a aparecer en otras dos películas para continuar ese arco argumental pero sin pena ni gloria esas producciones fueron directo a DVD y así la historia parecía haberse acabado de una buena vez para el tan famoso muñeco. Pero como el público se renueva y la industria cinematográfica no, Hollywood decidió que es el momento oportuno para que Chucky vuelva a figurar dentro de las primeras planas mundiales.

Y es por eso que un reinicio completo de su historia puede verse en El Muñeco Diabólico (Child’s Play, 2019), dirigida por Lars Klevberg y escrita por Tyler Burton Smith, ésta película cuenta cómo Andy (Gabriel Bateman) y su madre Karen (Aubrey Plaza) se ven envueltos en una serie de crímenes casi inexplicables luego de que ella le regale al jovencito un muñeco Buddi (Mark Hamill) que logra anclarse a todos los aparatos electrónicos de su casa y que es cuasi un artefacto de inteligencia artificial. A medida que pasan los días, Andy se empezará a dar cuenta de que su nuevo amigo electrónico empieza a fallar de forma recurrente y, bajo el nombre de Chucky, no dejará que nada ni nadie lastime a su mejor amigo Andy.

A diferencia de las remakes a la que la industria suele acostumbrarnos, esta nueva idealización de Chucky resulta altamente favorable. Dejando de lado la parte más espiritista, donde los efectos del vudú se iban acomodando a lo que la trama requería, y abrazando fuerte aspectos tecnológicos, la película logra crear de una manera muy efectiva un campo veraz en el que el espectador logra amigarse con la trama de entrada, pensando en que tranquilamente algo así pudiera suceder. Dentro de este nuevo origen del personaje, los dos aspectos más representativos del Chuky clásico están más presentes que incluso la película original. La idea del muñeco asesino que no tiene compasión y las características del slasher nunca estuvieron tan bien representadas a lo largo de todas las películas pasadas. Técnicamente y narrativamente, esta película tiene una calidad que está por encima de la media y da gusto ver una película de “terror” que juegue un poco con la percepción del espectador, que juegue con la paleta de colores y que la cámara pueda transmitir ideas y no sólo imágenes. Obviamente la película no es perfecta ya que inevitablemente cae en las frecuentes lagunas argumentales que son propias del género, pero teniendo en cuenta todo lo demás, esos pasajes pueden ser tomados con un margen de tolerancia mucho más amplio.

A pesar de no ser la protagonista principal, Aubrey Plaza explota todo su potencial y demuestra porque es una de las actrices que están picando en punta en todas las listas de casting en la industria. La actriz que supo brillar en Parks and Recreation (2009-2015) y sigue haciéndolo en Legion (2017-) logra meterse de lleno en papel y gracias a una más que convincente performance demuestra que ella era la indicada para el papel. El otro gran exponente que tiene la película es Mark Hamill, quién lejos de los sables de luz y la fuerza, vuelve a prestar su voz, así como lo hizo con el Joker en la serie animada de Batman (1992-1995) para darle vida al muñeco asesino, brindando una clase de cómo utilizar el recurso de la voz para imponer miedo verdadero. El resto de los integrantes del elenco cumple con sus respectivas funciones sin destacarse demasiado pero hacen que el metraje fluya de una manera correcta haciéndola fácil de ver.

Esta remake de Chucky llega no sólo para revivir a uno de los personajes más icónicos de la historia del cine, sino también a marcar un antes y un precedente para los realizadores que quieren volver a contar historias que ya se han visto. Un ejemplo muy claro de una situación bastante similar es lo que se pudo ver en la Suspiria de Dario Argento el año pasado donde tomando un par de conceptos, los más representativos pero un par al fin, una historia puede volver a contarse, no competir directamente con el material original y disfrutar de las diferentes interpretaciones de una misma historia.