El mundo según Barney

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

La amargura del escepticismo

El filme está basado en la novela de Mordecai Richler, un best seller que el director canadiense Richard J. Lewis decidió llevar a escena. Lo hace correctamente, con algunos excesos en la extensión y un equipo actoral de lujo.

A medida que transcurre "El mundo según Barney" no se puede dejar de pensar en otros mundos de otros directores, los protagonistas de Woody Allen, los antihéroes del mundo del cine de Fellini, en fin los "perdedores" del mundo del espectáculo, hijos de la vida diaria. Nadie puede dejar de reconocer el egoísmo de este Barney lloroso que balbucea desdicha a la madrugada, llamando a su ex esposa. Un pasado previsible, una bohemia ajena.

Este Barney, en el presente exitoso productor televisivo, tiene un pasado cuestionable, engañado en el amor, por qué no repetir el engaño del que fue víctima con otros, como por ejemplo, él mismo, para decirse que será feliz con una chica joven y rica, de cabeza tan hueca como la vida de tantos.

MARIDO Y PADRE

Adicto al alcohol y al trabajo, ausente como marido y padre, Barney recibe lo que construyó y sin embargo su compacta fisonomía y su carácter rico en lamentos y dudas, lo hace hasta medianamente querible. Quién sabe, por lo parecido que es a todos nosotros.

"El mundo según Barney" está basado en la novela de Mordecai Richler, un best seller que el director canadiense Richard J. Lewis decidió llevar a escena. Lo hace correctamente, con algunos excesos en la extensión y un equipo actoral de lujo.

Porque Paul Giamatti es Barney y entonces todo pasa a segundo plano, tiene el carisma necesario para opacar al resto, a pesar de que aparezca Dustin Hoffman en un papel fuerte, mientras Rosamund Pike interprete a la esposa y Minnie Driver ("Círculo de amigos") haga un papel no tan importante como su trayectoria lo exige.

Película escéptica, un tanto caótica, con ironía y asuntos para reflexionar.