El mundo según Barney

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Busco mi destino

Exquisita comedia dramática que tiene además de un muy buen guión, basado en la novela de Mordechai Richler “La Versión de Barney”, escrito por Michael Konyves, con infinidad de detalles, ya sea en la construcción de todos los personajes, como en los diálogos, en las acciones, en el desarrollo de la historia, un plus la actuación de el genial Paúl Giamanti como Barney y al gran Dustin Hoffman como su padre, acompañados por un grupo de actores también extraordinarios.

Giamatti tiene oportunidad provocarnos risas y lamentos, rechazo y cariño, de aparentar una tremenda borrachera, despiste, dolencia y pasión, sin que en ningún momento nos percatemos que está actuando, tal es la naturalidad con la construye al personaje. Además, demuestra una química con ese otro icono mundial de la interpretación que es Dustin Hoffman. Verdad es que su rol es secundario, pero luego de verlos juntos no cabría la posibilidad de que otro actor se instale como padre del protagonista, es un abogado, ex-policía judío sugestivamente ruin y a la vez encantador.

En este relato dadivoso y agudo conocemos a Barney Panofsky, como él quiere que lo conozcamos: un hombre ilusoriamente ordinario, que tiene una vida que a él le resulta extraordinaria. La franca revelación de Barney abarca cuarenta años, se desarrolla principalmente en tres espacios específicos del orbe: Roma, Toronto y Nueva York.

Su historia incluye tres esposas, de la primera poco sabemos, sólo que se casa sin pensarlo ni desearlo, la segunda es nada menos que Minnie Driver, quien personifica a una típica chica judía de alta sociedad, superflua por donde se la mire. Su tercera esposa, Miriam, interpretado por la bellísima Rosamund Pike, que es con quien conforma una familia, con quien tiene dos hijos, y será el gran amor de su vida.

A estos hay que sumarles el ya mencionado padre lejos de ser ejemplar, pero padre al fin, un amigo de toda la vida, casi un hermano, entrañable, disloco y un misterio.

Incluyendo como si fuese un homenaje, merecido por cierto, los cameos de grandes directores de cine canadienses, como son Atom Egoyan y David Cronenberg, personificando a sendos directores de series televisivas de precaria calidad de la productora de la que Barney es el dueño.

Uno de los puntos más importante deja de ser esto, para pasar a ser la forma en que esta relatado todo, los cortes temporales, las idas y vueltas en el tiempo y la desaparición aparente del guión como estructura rígida a tener en cuenta por el director, y nunca necesitar del golpe bajo para emocionar o la exageración para hacer reír.

Del mismo modo, la utilización de los espacios como lugares de retorno, el diseño de arte, especialmente lo referente al vestuario, pero con un gran trabajo de maquillaje, los personajes envejecen, es cierto, pero se nota por más por los cambios de actitud, que por la exageración de la cosmética.

Un párrafo aparte para la muy buena banda de sonido, que en relación directa con los otros rubros, pasa desapercibida, pero queda registrada en la memoria del espectador.

En definitiva, no es más que la historia de una vida, con momentos alegres y momentos tristes, con humor y amargura, logros y fracasos, simple, sencilla, sin tragedia.