El mundo es grande y la salvación está a la vuelta de la esquina

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

Pese a los logros de los primeros minutos, a fuerza de reiterada, inverosímil, forzadamente alegórica, costumbrista for export, la película comienza a aburrir y romper el interés de la relación abuelo-nieto.

Bulgaria vivió durante algo más de 40 años bajo el dominio comunista. Está película intenta jugar con la alegoría del olvido y la recuperación de la memoria, a contar la historia de esos años de control y represión.

Un joven búlgaro pierde la memoria en un accidente de tránsito en Alemania, país donde vive. En el mismo, sus padres fallecen y él queda solo en un hospital. Su abuelo, que aun vive en Bulgaria, viaja para encontrarse con él y ayudarlo a recuperar la memoria. Lo hará recurriendo a los recuerdos de infancia. El juego entre el pasado y el presente, las anécdotas de la cálida relación entre ellos, el sometimiento, la delación, la persecución, la huida y la cárcel, pasaran siempre mediados por un tablero de backgammon (tavli). El tablero será el centro desde el que irradiarán todas las historias y los lazos personales.

La película comienza como un relato costumbrista que recurre a las mejores artes de los relatos de pueblos y relaciones fraternales y amistades permanentes y odios inmarcesibles. Y la calidez y la sutileza de los personajes, especialmente el abuelo, muy emotivamente llevado adelante por Miki Manojlovic (actor que trabajó con directores como Kusturica y Paskaljevic), dan al comienzo una agradable sensación. Por ello, aun cuando previsible, la película logra empatía con el espectador.

Sin embargo, todo lo que de bueno tienen los primeros treinta minutos, a fuerza de reiterado, inverosímil, forzadamente alegórico, costumbrista for export, la película comienza a aburrir y romper aquella relación emocional. De ese modo, el segmento más importante de la película, el viaje en bicicleta de regreso a Bulgaria y a la memoria, se transforma en un compendio de lugares comunes que solo se sostienen, medianamente, por el carisma de los actores.

Desbarrancando definitivamente hacia el final, la película quiere simular inscribirse en la mejor tradición del hiperrealismo balcánico. Pero para entonces todos los velos se han caído dejando al descubierto el artificio de una construcción narrativa de neto corte oportunista. Tal vez por ese motivo, haya sido candidata al Oscar a mejor película extranjera.