El mundo entero

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

El uruguayo Francisco Piria es sin duda un personaje complejo y fascinante. Hijo de una época donde la arquitectura se ligaba a menudo con lo esotérico (basta recordar el ejemplo de Mario Palanti proyectando el Palacio Barolo inspirado en La Divina Comedia). En el caso de Piria esta relación se expresa a través de sus estudios de la Alquimia cuya simbología evidente o cifrada puede observarse en su legado.

Aunque a Piria se lo identifica con ciertas construcciones, ciertos edificios y hasta con una ciudad que proyectó y lleva su nombre, Piriápolis (etimológicamente la Ciudad de Piria), cuyo emblema y culminación es el famoso Hotel Argentino, este no fue ni un arquitecto ni un ingeniero sino un empresario. Aunque no un empresario cualquiera sino uno muy creativo, con mucha iniciativa y un gran talento para la publicidad y la autopromoción, un entrepreneur al decir de la época, un adelantado a la figura del emprendedor hoy tan mentada. Un personaje además que se presta bien para la épica. Por su origen humilde, su condición de huérfano, su carácter de self made man, el ser pionero en adelantos entonces inéditos en el Uruguay de fines del siglo XIX y principios de XX, y sobre todo porque a lo largo de su vida fracasó y cayó en más de una ocasión y siempre se repuso y fue por más, un ejemplo cabal de la frase “lo que no te mata te fortalece”.

El realizador Sebastián Martínez ya viene mostrando en sus documentales anteriores su interés por el territorio, por los lugares o espacios de circulación. La relación entre el espacio real y el literario en París Marsella (2005), donde reedita el recorrido de Julio Cortazar en “Los autonautas de la Cosmopista”, o el espacio público y cotidiano en Centro (2010), un fresco poético, sobre el microcentro porteño. En El mundo entero, Martínez aborda al personaje de Piria desde diferentes ángulos intentando abarcar lo más posible sus varios aspectos para tratar de hacer justicia a un personaje polifacético.

Se trata entonces de mostrar tanto su perfil más célebre, que se expresa en plenitud en la empresa de construcción de Piriápolis, pero también se muestran otros aspectos no tan conocidos pero no menos interesantes como el haber escrito un libro de ficción anticipatoria, a la manera de H.G. Wells, para exponer sus ideas políticas y sociales. Y a la vez se trata de incluir tanto sus costados sobresalientes, su carácter pionero, pero también otros más cuestionables, ciertos emprendimientos poco transparentes como el exceso de entusiasmo publicitario para promocionar aguas curativas en su ciudad, un tratamiento poco confiable que cae dentro de los confines de la chantada, continuidad directa y ampliada quizás de sus orígenes como vendedor de bazar. Por otro lado la idea de una ciudad planificada no es única, basta pensar en los casos de La Plata o Brasilia. Lo que hace distinto al proyecto de Piria es haberlo hecho no desde el Estado sino manejándose en forma paralela y a veces hasta antagonizando con el mismo, lo cual daría una idea de su credo en la iniciativa privada como también de cierta megalomanía que se expresa en el poder absoluto que tuvo sobre su creación como ideólogo y patrón.

La vertiente esotérica tiene un rol preponderante en el film dándole al relato un aire de misterio muy atractivo, apoyado por las atmósferas creadas por la fotografía de Digo Poleri y los climas de la música de Hernán Kerlleñevich. Hay un uso no solo ilustrativo sino también climático de las imágenes de lugares y el archivo histórico y ciertos hallazgos originales como un grupo de iniciados en la alquimia realizando una ceremonia en las ruinas de la Iglesia de Piria entre los que se encuentra uno de sus descendientes. Pero a la vez esta lectura esotérica de la obra de Piria es también puesta en discusión contraponiendo los varios testimonios de entrevistados que la abrazan con entusiasmo con los de aquéllos (no tantos) más escépticos. El tono finalmente no puede sino ser de melancolía, algo que el realizador explota con acierto, cuando vemos gran parte de esas construcciones, en otro momento monumentales, hoy abandonadas, reclamadas por la naturaleza, testigos de un esplendor pasado.

EL MUNDO ENTERO
El mundo entero. Argentina, 2020.
Dirección: Sebastian Martínez. Entrevistados: Jorge Floriano, Pablo Reborido, Juan Akkermann, Magdalena Boffano, Gustavo Vallejo, Gabriel Piria, Norma Ricardi. Guión: Valeria Groisman, Sebastián Martinez. Fotografía: Diego Poleri. Dirección de Sonido: Victor Tendler. Montaje: Iara Rodriguez Viladerbó, Federico Rozas. Música: Hernán Kerlleñevich. Producción Ejecutiva: Saula Benavente, Paula Orlando. Dirección de Producción: Paula Orlando. Duración: 78 minutos.