El Motoarrebatador

Crítica de Sergio Del Zotto - Visión del cine

Luego de su paso por la Quincena de Realizadores en el último Festival de Cannes, llega El motoarrebatador, una muy buena propuesta del cine independiente argentino proveniente de Tucumán.
En Tucumán, con telón de fondo de una situación caótica de la policía autoacuartelada en el año 2013, dos delincuentes aguardan a la salida de un cajero automático a una mujer. Para robarle la cartera la arrastran varios metros. La señora queda inconsciente, tirada en la vereda. Luego de repartirse el botín en un basural, uno de ellos, con cierto cargo de conciencia, decide averiguar qué pasó con la víctima. Da con ella en un hospital y se entera de que ha perdido la memoria. Aprovechando esta situación se hace pasar por un conocido y se instala en su casa durante su convalecencia, cuidándola, además, mientras permanece internada.

En El motorreabatador lo marginal no significa sordidez extrema. Elena y Miguel, tales los nombres de la pareja protagónica son dos seres que buscan redención. De uno sabemos los motivos: un hombre separado de su mujer, con un hijo pequeño, al que la situación de robar lo deja al borde de ser un asesino y no quiere eso para su vida. La mujer, quizás aproveche su estado de amnesia para cambiar de vida y dejar atrás su pasado que tiene aristas poco claras. Y aquí entra a jugar otro de los temas claves: la desconfianza. Hay una crisis en creer en el otro, en establecer vínculos por conveniencia o por necesidad. La suspicacia de pensar todo el tiempo que el otro nos quiere robar o quiere sacar alguna ventaja.

Los personajes principales se mueven en un terreno de ambigüedad en la nueva relación que establecen: parecen ser tía y sobrino, madre e hijo, dueña de casa e inquilino y hasta un peculiar matrimonio. Y si bien esos equívocos dan lugar a que, por momentos, la película se instale en un plano de comedia, son los espacios los que van marcando los géneros, por momentos hay drama y comedia puertas adentro, mientras que en el afuera el asunto se transforma en western. Uno en el que la calle es tierra de nadie, con motos reemplazando a caballos, donde no impera la ley en el momento de caos en el que la policía deja de cumplir su función y la delincuencia arrasa con un supermercado como una banda de forajidos.

El director Agustín Toscano realiza su segunda película, esta vez en solitario, luego de codirigir Los dueños con Ezequiel Radusky. Y es para destacar que haya un cine independiente argentino que provenga de un lugar que no sea Buenos Aires, conservando el color local, en este caso Tucumán. Suma la credibilidad de excelentes actores no conocidos, como es el caso de Liliana Suárez y Sergio Prina.