El Motoarrebatador

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Redemption song

La nueva película de Agustín Toscano singulariza el relato coral de Los dueños. El director vuelve sobre el tema tabú de la propiedad privada y la inquietante relación de los personajes con los bienes ajenos. Dos de los actores de aquella notable opera prima conforman la genial pareja protagónica. Desde el título, el director apuesta por una geografía, personajes y lenguaje locales. San Miguel de Tucumán, la ciudad más pequeña y densamente poblada de Argentina, es el escenario. Los diferentes espacios representan un verdadero contrapunto dramático: la ciudad media desierta y sus barrios periféricos, marginales, con enormes vertederos de basura, pero también los imponentes cerros con hermosos limoneros. El motoarrebatador pone en cuestión los límites de los prejuicios sociales, evitando al mismo tiempo la estigmatización y la justificación automática, con una insólita combinación entre comedia negra y una mirada humanista.

La película comienza con una secuencia brutal: dos personas en moto le roban el bolso a una mujer mayor a la salida de un cajero automático; la víctima se resiste y es arrastrada media cuadra hasta que queda tirada en la vereda. Cuando se reparten el contenido de la billetera, uno de los ladrones se queda también con el documento de la señora. Miguel, el conductor de la moto, se siente afectado y necesita saber si la mujer murió. Luego de esta potente introducción, el director se aparta de los tiempos narrativos convencionales para otorgarle una mayor profundidad al personaje y contextualizar su derrotero. La película adopta entonces el punto de vista de Miguel y lo acompaña en su complejo proceso de redención.

La violencia de las relaciones se desarrolla en ambientes íntimos: la sala de un hospital, una casa espaciosa o un modesto departamento. La crisis social y política se filtra en un primer momento desde los televisores que anuncian una huelga policial y luego en la ficción con el saqueo de un supermercado. En este contexto, la posibilidad de usurpar una casa resulta un premio inesperado. Tal vez el mayor logro de la película sea la singular relación que se establece entre la víctima y el perpetrador, luego del violento robo. La convivencia, el vínculo y la extraña intimidad que generan una transformación sorprendente, con el espacio como un tercer personaje.