El molino y la cruz

Crítica de Gabriel Piquet - Fancinema

“Todo bien con Majewski, pero dejate de joder”

Con un estilo que tiene mucho de experimental y que recurre a elementos como el collage para construir un relato para nada convencional, el director polaco Lech Majewski (también pintor, poeta, escritor y director de teatro) reconstruye dibujos y obras del pintor Pieter Brueghel, especialmente El camino al calvario, para indagar en cada uno de sus simbolismos.
Debo reconocer que ni bien terminé de ver esta película, se me vino a la mente lo que hubiera dicho un compañero de FANCINEMA: “todo bien con Lech Majewski, pero dejate de joder”. Noto en este caso con Majewski lo que ocurre con otros realizadores que vienen con un manto sagrado e intocable, que son muy difíciles de cuestionar para determinado público y crítica: sumo aquí a Von Trier o Haneke, por nombrar sólo algunos.
En cuanto a El molino y la cruz, los encuadres son muy lindos y la puesta en escena es una pinturita, además de contar con una técnica envidiable que permite la interacción de los personajes en primer plano sobre un fondo que parece pintado, creando una sensación visual muy interesante. Pero más allá de esta cuestión estética, la película tiene muchos problemas para lograr una conexión con el espectador y generarle interés.
Seguramente que estoy volviéndome más viejo y menos tolerante. El molino y la cruz me resultó pretenciosa, muy solemne y la Pasión de Cristo ya me la mostró Zeffirelli (que era una estampita), y si quería más sangre Mel Gibson (que era de trazo más grueso), sobre estos lienzos en el celuloide. Si se hubiera apostado a dejar solamente los encuadres/cuadro, sin diálogos, como en una película experimental o de la época del cine mudo, seguramente se hubieran conseguido mejores resultados.