El misterio de Soho

Crítica de Hernán Ferreirós - La Nación

Edgar Wright camina por el lado oscuro de la nostalgia

Protagonizada por Anya Taylor Joy y Thomasin McKenzie, el film se entrega de lleno a la reconstrucción del swinging London para construir una historia de fantasmas

Eloise (Thomasin McKenzie) es una aspirante a diseñadora de modas fascinada con el swinging London. Su cuarto es una suerte de museo personal con carteles de Carnaby Street (la legendaria calle de la moda del Soho donde nació el estilo “mod” y bandas como The Small Faces o The Who compraban su ropa) y una permanente banda sonora de chanteuses icónicas del período como Cilla Black o Petula Clark. El realizador Edgar Wright (Shaun of the Dead) siempre demostró una devoción idéntica a la de su protagonista por la cultura pop del pasado, solo que ésta es la primera vez en que excede la referencia oblicua (una canción retro, una alusión a un film clásico) para entregarse de lleno a la cita y a la reconstrucción de otra era. También es la primera vez que su mundo insistentemente masculino de nerds y losers se disuelve para dejar lugar a una mujer en el protagónico.

La película no solo recrea al Soho londinense de los años 60 sino que arma una red de citas de un conjunto de films característicos de la década como Tres rostros para el miedo (Michael Powell, 1960) o Repulsión (Roman Polanski, 1965) y, de modo más general, recupera formas creadas por el giallo (los thrillers italianos capitaneados por Mario Bava y Dario Argento) y los títulos de la legendaria compañía Hammer.

En ese pastiche estilístico recala la protagonista, una huérfana que deja la casa de su abuela (interpretada por Rita Tushingham, protagonista de la definitoria The Knack... y cómo lograrlo) y llega al Londres contemporáneo para estudiar diseño de modas. Tras un cruce con una compañera petulante en el moderno dormitorio de la universidad, decide alquilar un cuarto mucho más a su gusto, preservado tal como era hace seis décadas por la estricta señora Collins (Diana Rigg, protagonista de Los Vengadores, que falleció poco después del rodaje y a quien está dedicado el film).

En su primera noche en su cuarto anclado en el pasado, Eloise sueña con el viejo Soho: como suele suceder, el pasado está sobresignificado y cada automóvil es icónico y en cada sala de cine se estrena un clásico. En el sueño aparece una joven cantante llamada Sandie (Anya Taylor-Joy), quien aspira a convertirse en la estrella de un club del lugar. Eloise se ve reflejada en Sandie (por una serie de ingeniosos efectos visuales, ambas se alternan en el rol) y en sus deseos de triunfar en la ciudad. En las noches sucesivas, queda claro que no se trata de una ensoñación, sino que Eloise viaja de algún modo inexplicable al pasado, donde se vuelve una testigo de las vicisitudes de la vida de su doble. Sandie, seductora y segura de su talento, empieza una relación con el atractivo Jack (Matt Smith), quien pronto se revela como un matón y ubica a Sandie en un club nocturno donde jamás logra cantar una canción sino que es apenas corista de un show erótico para luego ser forzada a prostituirse.

En este punto, lo que parecía una película de iniciación y de fantasía retro se vuelve algo mucho más oscuro y comienza “una de fantasmas”. Eloise, quien tiene la habilidad de ver a los muertos, empieza a ser acosada por los espectros de los viejos clientes de Sandie que quizás la hayan asesinado y todavía se muestran sedientos de sangre.

En su juego nostálgico, Wright a la vez glamoriza y desmitifica el pasado. Claramente intenta hipnotizarnos con el modo en que luce, pero no tanto como para que dejemos de notar que existió un lado oscuro. Su película recargada de canciones de celebridades de los 60 muestra la contracara de esas historias de éxito: la de una aspirante a artista reducida a un objeto por los hombres que la rodean. Si bien esta idea es contundente, las herramientas que utiliza para transmitirla no terminan de funcionar. Los componentes de terror son de mediano voltaje y dificilmente seduzcan a alguien interesado en el género. Su historia es a la vez forzada y predecible. Las vueltas de la narración son insólitas incluso para la lógica onírica que puede dominar en este tipo de films y las identidades de quienes rodean a Eloise dejan de ser un misterio bastante antes de que la película las revele. Wright es un realizador talentoso probado en la comedia y la acción. En este ejercicio de estilo que recrea el que parece su cine favorito, su talento brilla en escenas aisladas mucho más que en la totalidad.