El ministro

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El político

Esta obra producida por los belgas Jean Pierre y Luc Dardenne tiene como protagonista casi absoluto al actor fetiche de estos hermanos, el extraordinario Olivier Gourmet, personificando a Bertrand Saint Jean, ministro de transporte de Francia.

La narración abre con una secuencia que cierra en sí misma, y que puede ser tomada como el sueño del ministro, o, en realidad, la forma de instalar el discurso del director.

En esta escena, que transcurre en los ambientes del poder político, una mujer completamente desnuda y entregada es fagocitada por un cocodrilo de tamaño gigantesco.

Varias podrían ser las lecturas sobre esta escena, que aparece luego de ver el filme como cercenada del resto.

Desde lo lineal, lo metonímico, o lo metafórico, si se quiere.

Se sabe que la desnudez implica indefensión, pues el ser desnudo tiene dificultades para poder defenderse, aparece como entregado.

Pero otra posibilidad sería verlo del lado del animal. En este caso el cocodrilo llora cuando come.

Luego de ver la producción uno se podría preguntar a quién representa el cocodrilo, a quién la mujer desnuda. Una posible interpretación estaría dada por centralizar esa escena como delineadora de todo el resto del relato, o bien podría ser extendido a todos los políticos, o sólo ceñirse a éste personaje en particular.

El orden y la inclusión o no de estas variables no modifica demasiado en cuanto a su realización, pero si profundiza la importancia del alegato.

Pero la historia comienza cuando Bertrand es despertado con la noticia de un accidente de tránsito con muchas victimas fatales, la mayoría niños. Hacer frente a esta situación, a los medios de comunicación y a los familiares de las victimas, es su desayuno de la nueva jornada.

Contemporáneamente se presenta en todo el gabinete de gobierno el debate sobre la privatización o no de las estaciones de trenes, que su conciencia y su ideología van en contra de la privatización, pero que el accidente puede volcar las dudas hacia un lado y precipitar decisiones con las que no concuerda.

En su inmenso escalafón de poder el ministro se muestra hacia los demás extremadamente seguro, con soltura, manejando la situación como pez en el agua, y para su interior navega la sensación de estar en constante posición de alerta pues vive rodeado de tiburones de mayor tamaño y peso.

En ese ámbito se cocina gran parte de la vida de todos los demás seres existentes, de las voluntades, se hilan alianzas que se rompen con la misma rapidez, donde traiciones y narcisismo primario caminan de la mano

La narración sigue a su protagonista por todos lados dando la sensación de la inagotabilidad del personaje, realzada por un supuesto sacrificio, reuniones, discursos, viajes, sexo furtivo, pero que en realidad sólo demuestra los deseos de poder ejercer el poder por parte del supuesto héroe.

La traducción del titulo original, mucho más abarcativo y explicativo en sí que el elegido para su estreno en Argentina, es “El ejercicio del Estado”.

Nada hay en el texto fílmico que impida ampliar la mirada y la interpretación de lo que se muestra. Es interesante la contraposición que se representa entre Bertrand, y su más fiel asistente Gilles, interpretado por Michel Blanc, el primero es en definitiva un político advenedizo, muy cercano al personaje de la novela de Robert Penn Warren “Todos Los hombres del Rey”, mientras que el segundo, y casi de contrapeso, juega el papel de un político de los llamado de raza, de los de antes, hasta honorable.

Si bien la realización recorre el relato de manera lineal, con una estructura clásica innegable, y por momentos excesivamente conversada, el guionista y director tiene el tiempo y la capacidad de maniobrabilidad sobre el texto, como para imprimirle ciertos rasgos y elementos de thriller político, aunque al fin de cuentas todo lo que termina demostrando es que en ese mundo se hace de todo para que nada cambie.

Una reflexión interesante a instalar es la misma que Gilles Deleuze realizó en su momento respecto al film de Alain Resnais “La guerra ha terminado“ (1966), que bien podría estar dando en el centro de una de las cuestiones más importante, como cuasi denuncia de la producción “El Ministro” ….”Resnais es innegablemente el más grande cineasta político de Occidente en el cine moderno. Pero, curiosamente, no es por la presencia del pueblo, sino, al contrario, porque sabe mostrar que el pueblo es lo que falta, lo que no está”.

En esta obra de Pierre Schöller podría estar sucediendo lo mismo, pero con otras intenciones.

Fuera de programa esta misma semana se estrenó el filme “Néstor Kirchner, La Película”, que seguramente será invadida su critica según con que ojos se lo mire, si desde lo específicamente cinematográfico o desde lo político. Aunque en este caso ambos se invadan, por lo que la supuesta radiografía del hombre y su entorno termina por ser otra cosa.

Hecha la aclaración, voy al punto que me llamo la atención para la comparación.

En el filme francés todos los servidores públicos se movilizan con vehículos nacionales como Peugeot, Citroen, etc., no se muestran en otros de fabricación foránea. ¿Estarán diciendo algo con esa actitud?

¿En que se movilizan la mayoría de los empleados del gobierno argentino?, Y no sólo desde hace 10 años, ¿eh?

Si querés llorar, llora