El ministro

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Lo que mata es el poder

El supuesto plan de privatizaciones de las estaciones de tren en Francia es el eje de la película "El ministro y la salida".

El ministro francés no descansa ni cuando duerme. Está sumido en una pesadilla cuando le avisan que un ómnibus con jóvenes cayó a un barranco. El ministro de transporte es el engranaje de un gobierno que está decidiendo modificaciones sustanciales en el rol del estado. Tal el tema, la atmósfera y el debate político de la película de Pierre Schöller, El ministro y la salida (en el original, El ejercicio del estado).

En el día a día de la gestión, las escenas se suceden vertiginosamente en distintos despachos, según la trama que va mostrando de a poco la pelea entre ética y política. Olivier Gourmet, en el rol del ministro Bertrand Saint-Jean, revela las facetas de un personaje en la segunda fila de la actualidad política, hasta que dice: "No seré el ministro de las privatizaciones". Todo cambia. Los ciudadanos, los medios de comunicación, el gabinete, el Primer Ministro y el Presidente ocupan lugares muchas veces antagónicos, en plena crisis del empleo.

"Somos 50 tipos en la cabeza de un alfiler", señala otro ministro, justificando el paso que liquida el estado benefactor. Acompaña a Gourmet (La corporación), el notable Michel Blanc en el rol de Gilles, consejero veterano, técnico, fiel a sus convicciones y a la memoria del ejercicio político, una voz de la conciencia que habla poco. Los dos actores sintetizan la vorágine que plantea la película, que, por momentos, incluye demasiados frentes (como la historia del chofer).

Asesores y jefes de prensa corren mientras el ministro transita en medio de piquetes de huelga en la nieve, desocupados furiosos y gente que reclama soluciones.

El director trabaja sobre imágenes rápidas, de alto impacto, sin golpes bajos, alternando el sonido ensordecedor con el silencio más amenazante. Gourmet aprovecha los constantes primeros planos para expresar desconcierto e incertidumbre. El actor compone un personaje exasperante, que sopesa la conveniencia de permanecer en el poder.

La película suena y trae recuerdos para el espectador de esta latitud que vivió la década del 90. Claramente política, de tesis, sin moraleja, El ministro y la salida plantea el contrapunto con la situación actual europea, como un documental que incluye las manifestaciones en Grecia y consignas reconocibles.

"La política es una llaga permanente", dice un ministro. El director, que cuenta con la producción de los hermanos Dardenne, no concede, no explica. Sólo muestra al cocodrilo de la pesadilla en acción.