Él me nombró Malala

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

A la hora de reseñar esta película creo que es necesario separar bien el personaje de la obra cinematográfica.
La vida de la activista paquistaní Malala Yousafzai y su lucha por la educación de las mujeres en su país debe ser una de las historias más inspiradoras y admirables que se conocieron en el mundo en el último tiempo.
A los 17 años Malala se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz y su valentía al enfrentar el régimen talibán en su país casi le costó la vida en un intento de asesinato que sufrió en el 2012 y del que afortunadamente logró recuperarse.
Su historia de vida y la causa por la que lucha es admirable y apasionante, no sólo por la edad que tiene, sino por la pasión con la que emprende esa tarea.
Ahora bien, que un documental se enfoque en ella no significa necesariamente que sea una gran película dentro de este género.
Me interesa aclarar esto porque este estreno recibió críticas infladas más por Malala y lo que representa en el mundo actual que por la película concreta que brinda el director Davis Guggenheim.
La verdad que Él me nombró Malala no es un gran documental y debido al enfoque hollywoodense y endulcorado que eligió el cineasta se perdió la oportunidad de analizar a fondo la historia de esta joven y las causas por las que lucha.
Guggenheim, quien fue responsable del film ganador del Oscar con Al Gore, Una verdad incómoda, en este caso eligió una narración no lineal para presentar un "grandes éxitos" de la vida de Malala.
El film alterna las apariciones públicas de la chica con los momentos cotidianos de su vida familiar que nos permite contemplarla en un ámbito diferente.
El director Guggenheim optó por brindar una biografía complaciente y al retratar el personaje desde el bronce se perdió la posibilidad de ahondar de un modo más visceral la lucha de la Malala y el contexto social y político que generó su activismo alrededor del mundo.
La narración del documental hace todo lo posible por alejar al espectador del verdadero horror del régimen talibán y la opresión que se ejerce sobre las mujeres y hasta se incluyen unas bellas secuencias de animación para recrear algunos momentos duros de esta historia.
Sumado a la melodramática música de Thomas Newman, el film de Guggenheim parece más interesado en amplificar a Malala desde el mito que en revelar con profundidad la historia de esta joven.
La gran decepción con este documental es que no aporta absolutamente nada nuevo que no se pueda encontrar en el perfil de la chica en Wikipedia o en videos de You Tube.
En este punto es donde falla el trabajo de Guggenheim como realizador, quien se limitó a editar los grandes momentos de la activista en un film que nunca profundiza los tema que expone.
En su desesperación por alabar la figura de Malala se perdió la oportunidad de conocer más sobre ella y las causas por las que lucha.
Obviamente el tema está presente pero el documental nunca va al hueso en estas cuestiones y se estanca en el perfil indulgente.
En resumen, Malala Yousafzai es grandiosa y su lucha despierta admiración y respeto, la película de David Guggenheim no tanto.