Él me nombró Malala

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

La lucha por la libertad

A pesar de su tono propagandístico y de sus carencias, sirve para conocer a este símbolo de lucha.

En octubre de 2012, un talibán le disparó tres veces a Malala Yousafzai, una adolescente que luchaba por el derecho de las mujeres paquistaníes a estudiar. Malala sobrevivió al ataque, emigró a Gran Bretaña con toda su familia, continuó con su activismo político y en 2014, a los 17 años, se convirtió en la persona más joven de la historia en ganar el premio Nobel de la Paz. Davis Guggenheim eligió contar su vida haciendo eje en la relación de la joven con su padre, Ziauddin: de ahí el título de este documental que suena como uno de los candidatos al Oscar en su categoría (premio que Guggenheim ya ganó en 2007 por Una verdad incómoda, sobre el cambio climático, con Al Gore como protagonista).

Malala y Ziauddin son los narradores principales de una película que retrata una vida dividida en dos por el atentado. Antes: un nombre con peso histórico, una vida apacible en el valle de Swat, y una herencia familiar de oratoria y docencia que explica el porqué de la vocación de Malala por luchar por la educación femenina (prohibida por el régimen talibán). Luego, el intento de asesinato en sí y la rehabilitación a la que debió someterse para sobrevivir. Después, el presente: su adaptación como inmigrante, su inserción en el sistema educativo inglés, y sus actividades como militante, que incluyen viajes y conferencias. Y su intimidad: su vida doméstica en relación con sus hermanos y su madre.

Unas bellas animaciones, que ilustran la historia cuando no hay imágenes de archivo, le dan cierto vuelo a un documental que, de otra manera, sería demasiado chato. Porque, más allá de su valor como símbolo de la lucha por la libertad, no queda clara la estatura intelectual de Malala. Tampoco hay datos contextuales para un público no familiarizado con la geopolítica paquistaní. Y sí, en cambio, hay una explícita bajada de línea que, por más noble que sea la causa, le da a la película un molesto tono propagandístico-evangelizador.