El mayordomo

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Asuntos internos

Qué oportuna para la administración Obama, siempre jaqueada por algún escándalo, es la aparición de esta película. El mayordomo es una suerte de épica del último siglo en los Estados Unidos visto a través de los ojos de Cecil Gaines (Forest Whitaker); desde su niñez en los campos de algodón, donde su madre es violada y su padre asesinado por el mismo violador, Cecil entiende que, por azar de la naturaleza, un exceso de pigmentación lo dejó mal parado ante la vida. Tras escapar del algodonal, ya en la adultez, Cecil tiene chances de trabajar en la Casa Blanca. La película, vagamente inspirada en la vida del asistente presidencial Eugene Allen, arroja la mirada de Lee Daniels (Precious) y el escritor Danny Strong sobre la media docena de mandatarios con los que Gaines tuvo contacto.
Desde luego, El mayordomo comienza a vibrar con el magnicidio de Kennedy y los insurrectos años ’60. Una cena familiar muestra tensiones internas cuando Louis, hijo mayor de Cecil, ataca la figura de Sidney Poitier, el buen negro, frente al escándalo de sus padres. Louis y su novia, militantes Black Panthers, son expulsados de la casa; para ellos, Cecil es también un negro obediente. Años después, Gaines entenderá a su hijo; la negativa de Reagan a adoptar sanciones contra Sudáfrica provoca su salida, el reencuentro con sus raíces y el broche final con la asunción de Obama. Demasiado obvia y políticamente correcta, sí, pero puertas adentro, El mayordomo es una película menor apuntalada por buenas actuaciones de Whitaker, Oprah Winfrey, Cuba Gooding Jr. y un elenco estelar.